Capítulo 48

3K 361 134
                                    

PRESENTE 11

Y así concluye el cuento.

Fue bonito contar la historia de cuando éramos felices y no lo sabíamos, pero a pesar de todo lo que perdimos ahora tenemos mucho más de lo que soñamos. Creo que con esto Martina tendrá más que suficiente para su tarea.

Yes! ¡El nuevo es nuestro papá! Lo sabía.

Ya de regreso en nuestra casa, Matías levanta los puños en el aire con victoria certera. Las otras veces que lo he visto tan emocionado han sido solo en el campo de béisbol, después de batear un jonrón o de que su equipo gane. De tal palo tal astilla.

La pobre Martina está pálida y boquiabierta. Si no fuera porque heriría sus sentimientos aún más, me desternillaría de risa.

—Pero... el popular quizo tanto a mami que hasta se sacrificó a sí mismo. No es justo.

—No lo niego. —Encojo los hombros—. El popular, Luis Miguel, de verdad me quizo. Pero él consiguió su final feliz también. Se casó con una azafata de su misma aerolínea y viven juntos en Madrid.

Luis Miguel estuvo en mi boda y todo. Como mi pobrecita hija sigue atónita, busco el album de boda y paso varias páginas hasta conseguir una buena foto.

Diego y yo nos casamos en Maracaibo, con lo que toda nuestra familia y amigos pudieron asistir. Los dos aparecemos en medio, y entre todos los que nos rodean está Luis Miguel. En ese momento él seguía soltero. Recuerdo que se pasó casi toda la fiesta esquivando a Maritza, Xiomara y también a Mafe y Aracely.

—Éste es. —Se lo señalo a mis hijos—. Luis Miguel Goicochea Díez, quien hasta el momento ustedes han conocido como «el popular». Y éste —muevo el dedo sobre el pecho de su padre—, es Diego, alias «el nuevo». Su papá.

—Papá me va a matar —murmura Martina.

—Qué va, mi amorcito. Tu papá se va es a burlar tuyo. —La atraigo hacia mi costado con un abrazo.

—Como yo —dice Matías, haciéndole muecas a su descorazonada hermana—. Te toca lavar platos toda una semana, na na na na na.

—Y vos los vais a secar —le digo con una sonrisa.

El ánimo se le va al suelo.

—Pero...

Sus quejas se le atragantan cuando me suena el celular. Lo saco de mi bolsillo y el corazón me da un respingo al ver que es nada más y nada menos que el rey de Roma. Atiendo la llamada y pongo el dispositivo contra mi oído.

—¿Bárbara? —Suena sospechosamente contento.

—Me preocupa cuando sonáis así.

Se ríe.

—Tengo buenas noticias. ¿Están los niños ahí?

—Sí.

—Ah, bueno. Ponme en altavoz. —Tomo un segundo en hacerlo y confirmarlo—. ¿Adivinen qué? Acabo de aterrizar en el aeropuerto de Miami.

Los niños estallan en emoción. Yo en una pregunta que se repite como mantra.

—¿Qué? ¿Qué? ¿Qué?

—¡Aquí los espero!

El muy desgraciado tranca sin más ni más.

Después de casi quince años juntos, conozco a Diego Samuel Abreu Marini como la palma de mi mano y sé que está más loco que una cabra. De él se puede esperar cualquier cosa.

—Bueno, mis amores —comento con voz ahogada—. Vámonos al aeropuerto.

A ver con qué nos sale su padre ahora.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora