Capítulo 14

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PASADO 13

—Esto es una pesadilla.

A un lado tengo a mi prima. Irradia calor como una chimenea y en el asiento trasero del Fiat Uno de Salomón, que no tiene aire acondicionado, me está cocinando en mi salsa.

Del otro lado tengo nada más y nada menos que a mi némesis. A la persona con la que menos quiero compartir oxígeno. Valentina y yo pasamos todo el trayecto haciendo todo lo posible para que ni una célula de nuestros cuerpos entre en contacto con la otra. Mientras Dayana me derrite a la izquierda, el corazón de hielo de Valentina me congelaría a la derecha.

—Qué bárbara de exagerada es mi prima —bromea Salomón desde el asiento del conductor.

Valeria se ahoga con su propia saliva. Se lo merece, por quererse reír de ese chiste tan trillado. Se voltea desde su puesto de pasajera para observar a las sardinas enlatadas atrás de ella.

—Aguanten, que ya casi llegamos.

—Salomón, haceme el favor —comenta de pronto Dayana después de permanecer en silencio casi todo el camino—, mándale la chola al pote este o sino me voy a derretir.

—Y yo —agrego.

A través de la ventana, el aire que circunda el carro que está al lado en la cola parece ondear. Paso un pañuelo de papel por mi frente.

Que desperdicio. Dayana y yo nos pasamos dos horas después del almuerzo arreglándolos para el primer día del curso, y las dos vamos a parecer unas velas derretidas.

Al menos a Valentina no le está yendo mejor. Tiene la cara roja como un semáforo y suda tanto que su cabello catire se ha pegado a la piel de su frente.

Como si todo esto no fuera suficiente tortura, Salomón nos lleva todo el camino oyendo una estación de radio que solo pone guarachas. A su novia no parece molestarle el hecho de que Salomón se porte como un viejo.

Finalmente llegamos a destino. Las tres explotamos por una puerta y trago aire fresco como si fuera agua. Por un instante debato si tirarme al suelo y besarlo, hasta que recuerdo que al final de la tarde tendremos que repetir el proceso. Y así por un par de meses hasta la prueba.

¿Cómo voy a sobrevivir esto?

—Acuérdense de que vamos a llegar eso de quince minutos tarde porque nuestra clase termina a la vez —explica Valeria desde la ventana abierta.

Detrás de ella, Salomón se inclina para ponernos el ojo a las tres.

—Pórtense bien, cuaimas. No hagan nada que yo haría.

Dayana levanta el puño como si pudiera golpearlo a distancia.

—Tranquilo, ninguna de nosotras es mala estudiante como vos —le devuelvo con una sonrisa irónica.

Las notas de Valentina no son un veinte tras otro, como es el caso para Dayana y yo, pero siguen siendo mucho mejores que las que Salomón ha sacado históricamente. Además, ninguna de nosotras es ni la mitad de lo revoltoso que es él. No sé que le ve Valeria, quien es un pancito dulce cuyo únicos defectos son ser hermana de la traidora y su mal gusto en hombres.

Después de que ellos se van a la universidad, nos quedamos las tres solas a la entrada de un colegio extraño. Por los horarios ligeramente desfasados entre Salomón y Valeria y nosotras, tuvimos que llegar eso de media hora antes de que comience el curso. El portón de entrada está cerrado con candado.

—Vamos debajo de esa mata —señala Dayana a una corta distancia de la entrada.

El silencio entre las tres no dura mucho tiempo. Pronto comienza a llegar más gente. Muchos parecen conocerse. Unos cuantos lucen atuendos que desde aquí huelen a dinero.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now