Capítulo 32

1.6K 258 39
                                    

PASADO 31

Todo es tesis. Yo soy tesis. Mi familia son tesis. Los pájaros son tesis.

Es curioso como hace unos meses todos mis pensamientos, los académicos, y mis oraciones, estaban llenas de pruebas. Quedaron todas en el pasado en un abrir y cerrar de ojos, y ahora en pleno tercer lapso para lo único para lo que tengo cabeza es la estúpida tesis.

Y gracias a Dios, porque así no pienso tanto en chamos. O mejor dicho, en un chamo.

En vez de participar de la clase de Educación Física, tengo dos libros de texto y un cuaderno semi balanceados en mis piernas. El profesor Guillermo me llamó la atención una vez, pero con solo ver el pánico reflejado en mi cara decidió dejarme tranquila. Al final de cuentas no es una clase formal. Casi todo el salón está jugando kicking ball por joder, y el resto está esparramado en las gradas en varias formas. Unos descansando, otros brolleando, otros pocos estudiando como yo.

Cambio panorama por un instante, pasando de los libros al juego a medio camino en la cancha. Justo Diego está en tercera base de espalda a mí. Su torso se inclina hacia adelante en preparación para la carrera final, lo que quiere decir que tengo una vista sin obstáculo a su... a lo que rima con obstáculo.

De golpe bajo la mirada de nuevo a los textos. Mejor sigo viendo fotos de huesos rotos y miembros desencajados.

Decidí hacer mi tesis respecto a nuevas tecnologías para reparar fracturas y dislocaciones, que es lo que más me llama la atención de medicina. Esa parte ha sido sin duda lo mejor de trabajar en la tesis. Lo peor ha sido toda la puta metodología.

¿Por qué no puedo decir que el tema es chévere y ya? No. Hay que buscarle las veinte mil patas a ese gato. Estoy harta.

Vuelvo a levantar la mirada. Diego sigue en base pero quizás se ha rendido ante la posibilidad de correr. Ahora esta erguido con las manos en la cintura. Qué chiquita la tiene. Hace que su espalda se vea enorme. Y muy fuerte.

Me muerdo los labios para no reírme sola. Estoy peor que Dayana que se bucea a un chamo lindo como si tuviera una certificación. Pero es que no sé si son ideas mías o si Diego se ha puesto aún más bello últimamente.

De pronto él se pasa la mano por el pelo y tengo la buena, o mala, fortuna de que la manga de su chemise esta remangada demasiado alta. La cantidad de músculos en su brazo parece desafiar lo que los libros dicen que tiene un brazo. Mis lentes se deslizan hasta la punta de mi nariz y al subirlos descubro que es porque estoy bañada en sudor.

Pongo los libros a un lado y me abanico con el cuello de mi chemise. Seguro que es porque este abril está más caliente de lo normal. Y no porque aún sin saberlo, Diego sea capaz de encender una chimenea en mi interior.

—No puedo creer que me he vuelto una más del montón —mascullo por lo bajito, a pesar de que no hay nadie lo suficientemente cerca como para oírme.

Pero sí. Quizás ver a tantas carajas babeándose por Diego hizo que me contagiara. Pero aquí estoy, a un segundo de babearme sino fuera porque tengo la quijada apretada con fuerza sobrenatural. Peor que soltar la baba sería emitir un suspiro tipo fan enamorada que destruya mi reputación de niña sensata y bien portada.

Excepto que cada vez tengo menos ganas de portarme bien. Quisiera mandar la tesis a la porra. Y quisiera agarrar a Diego por su chemise y plantarle un beso en medio de todo el salón.

Colapso mi cabeza hacia atrás y así paso a formar parte del club de gente desparramada en las gradas. Qué lástima que me importen las apariencias. Qué lástima que quiera graduarme con honores. Y más todavía, qué lástima que la extraña tregua entre Diego y yo se sienta tan delicada.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now