Capítulo 19

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PASADO 18

Si el inicio del año escolar fue miserable, todo ha sido peor desde ese pequeño incidente.

La última semana del lapso pasa tan lenta que parece un mes. Diego y yo intercambiamos el mínimo de palabras. Y en las clases del curso, Dayana y yo nos sentamos juntas lo más lejos posible de Luis Miguel y Valentina. Luis Miguel intenta hablar conmigo varias veces pero me hago la sorda o pretendo estar absorta en los libros.

Así llega la Prueba de Aptitud Académica.

Llego a la URBE, o Universidad Rafael Belloso Chacín, con el estómago vacío. Fue imposible vencer las ganas de vomitar a pesar de haber comido muy poco en los días anteriores. Todo el espacio ha sido ocupado por los nervios.

Por fortuna, al colegio de Dayana le asignan asistir a la prueba en la URBE también. Tío Sócrates nos lleva a ambas, y el plan es que mi papá nos va a recoger después de la prueba. Si la sobrevivimos.

En todo el trayecto mi prima y yo vamos agarradas de manos temblorosas y sudorosas. Al menos me reconforta que no soy la única que está cagada.

Casi lloro cuando, ya en la enorme universidad, nos toca separarnos para ir con nuestras respectivas clases.

—Éxito —me grita ella.

—Igual —le devuelvo.

Las dos queremos sacar mejor nota que la otra, pero a estas alturas lo que más importa es no terminar con una calificación que de vergüenza.

La gritería de los profesores guías de los diferentes colegios dirigen los ríos de estudiantes como si fuéramos el delta del Orinoco. Siempre resulta extraño ver gente de otros colegios con uniformes ligeramente diferentes a los que uno está acostumbrado. Pero finalmente consigo gente de mi colegio, y aunque son de la sección 5B, los sigo y consigo a los de mi salón.

El nuevo, al ser tan alto, resalta tanto que gente de otros colegios no puede evitar voltear la mirada. Especialmente las chamas. Él se da cuenta de mi llegada en seguida, pero ambos seguimos con la ley del hielo. Le paso de largo y me planto cerca de la profe Rita.

—Buena suerte, Bárbara. Aunque no creo que te haga falta. —La profe guiña un ojo.

—Jejejeje.

Soy incapaz de algo más coherente que eso. Un cosquilleo se apodera de todo mi cuerpo, especialmente al rededor de mi corazón. Hace que se acelere tanto que siento que saldrá por mi boca. O, ¿será eso la bilis de mi estómago?

«Oh, Dios. Por favor no dejes que haga un espectáculo vomitando aquí».

Aprovecho para lanzar algunas oraciones más, pidiendo que me ilumine durante el examen. Pero en eso nos hacen pasar a los salones de clase que nos corresponden y desde ahí se me nubla la mente.

Como si fuera mi espíritu viendo la escena fuera de mi cuerpo, me veo sentada en un pupitre rodeada de varias docenas de estudiantes. Alguien explica las reglas y enseguida nos pasan las hojas de examen.

Parece como que pestañeo y suena una alarma que me hace brincar. Anuncian que quedan cinco minutos de la prueba. Y yo todavía tengo dos páginas completas de la sección de matemáticas sin terminar. Con el corazón cabalgando hacia el final, no tengo más remedio que hacer de tin marin.

¿Estará haciendo lo mismo Dayana?

—Entreguen sus exámenes.

Un grito de horror hace eco en la calma tensa del salón de clase. Por un instante temo que vino de mí, pero resulta ser la expresión de pánico de una chama de otro colegio. Alguien solloza, y tampoco soy yo. Lo estoy guardando para cuando vuelva a casa.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now