Capítulo 28

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PASADO 27

De pronto, ocurre un milagro.

Y es que finalmente ha terminado la Prueba Vocacional. Aún me queda la Específica pero no sé por qué, me siento como que no importa.

Todos salimos de ese salón de clase con un ejército de hormigas en el cuerpo, sacudiéndonos a ver si se nos salen.

—¡Al fin! —chilla alguien.

Se une un coro de voces jubilantes, entre esas la mía. Muy atrás queda mi pretensión de ser una estudiante modelo a la cual le gustan los exámenes. Tanta es mi emoción que hasta abrazo a Valentina en público.

—Marica, somos libres —grita ella en mi oído.

—¡Aleluya! —Le devuelvo yo.

Agarradas la una de la otra brincamos hasta el cansancio. A nuestro alrededor, tanto la sección 5A como la 5B aúllan de la emoción. Más allá de nosotros, gente de otros colegios sufre del mismo mal.

—¡A Lago Mall! —exclama una voz que, aunque se pierde entre el bullicio, suena como la de Yakson.

Unos días antes de la prueba, todo el salón se puso de acuerdo para festejar el final de esta etapa juntos. Nadie querría que yo vaya, incluyendo yo misma, pero ahora tengo ganas de ir también. Y en parte porque sé que Diego va a estar ahí. Si el asocial más terco del planeta está dispuesto a socializar, a pesar de que ni presentó esta prueba, entonces no se vería tan extraño si yo voy.

El problema es que no le pedí permiso a mis papás.

La señora Violeta es la encargada de recogernos a Valentina y a mí del plantel donde nos correspondió presentar la prueba. Y ella parece leerme la mente.

—Tu mamá me dijo que no vas pal Lago Mall con los demás —comenta ella, observándome por un instante a través del espejo retrovisor.

—Este...

—Ven, chica —dice Valentina y me da un manotazo en el brazo.

—Pero... es que, no sé. Yo no hago cosas con los del salón. ¿No se va a ver raro?

—Créeme, nadie te para tanta pelota como vos pensáis. —La catira me pone los ojos en blanco.

—Me reconforta saberlo —comento con expresión en blanco.

—Tu mamá se imaginó que ibas a cambiar de parecer y te manda esto —agrega la señora Violeta, husmeando en su cartera mientras la luz del semáforo está roja. Con un suave «ajá», me pasa un sobre blanco pequeño.

—¿Y esto? —Como no recibo respuesta lo abro y...

Es dinero.

Abro la boca.

—Me dijo que te dijera que te comas algo sabroso para celebrar, pero que le traigas un pedazo de torta quesillo.

Se me agúan los ojos y el corazón a la vez. Me abrazo del sobre como si fuera mi mamá.

—Gracias —afirmo aunque la palabra sale temblorosa.

—¡Se armó! —exclama Valentina levantando el puño en el aire.

Llegamos al Lago Mall junto con un desfile de carros, de donde sale toda la gente con la que he compartido aire en salones de clase por trece años. Y por primera vez en todo ese tiempo, siento camaradería con ellos. Todos hemos sobrevivido la misma guerra. Uno no queda igual después de eso.

—A la feria de comida, que hay hambre —declara Yakson, siempre el líder de los despelotes.

Su mejor amigo, Luis Miguel, se ríe entre dientes mientras menea la cabeza. Sus ojos de pronto consiguen los míos y no sé qué hacer conmigo ante encontrarme de frente con su sonrisa. Volteo la mirada a donde sea, rápido, y consigo a Diego esperando en la entrada del centro comercial. Por alguna razón el verlo acercarse no me calma en lo más mínimo.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now