Capítulo 9

2K 310 62
                                    

PASADO 8

La materia favorita de todo estudiante es el recreo, y yo no soy la excepción.

Después de una funesta clase de Educación Física, suena el timbre y yo agarro mis corotos y me voy de la cancha. Normalmente este es territorio de los de bachillerato, donde los de quinto somos reyes, pero mi rincón es otro.

Rodeo el escenario y continúo más allá, hasta un cují que a duras penas da algo de sombra. Debajo de su copa hay una banca y allí me siento. En esta área se sientan a desayunar más que todo niños de primaria y ninguno de ellos va a molestar a alguien más grande, con lo que este se ha convertido en mi sitio de paz y soledad.

Saco la arepa que me hizo mi mamá esta mañana y le pego un mordisco. Una sombra se ciñe sobre mí que no puede provenir del árbol, sino de otra persona.

El nuevo se sienta en la banca a mi lado. Casi me ahogo de la impresión.

—¿Qué estáis haciendo? —increpo sin disimular la molestia.

El tal Dieguito abre una bolsa con cuidado, de la cual saca una empanada.

—Voy a desayunar, ¿no se nota?

—No me refiero a eso. ¿Por qué aquí, conmigo?

—Porque —empieza a decir pero le da un mordisco tan grande a su comida que se tarda en continuar—, me tienen harto la cuerda 'e locas esas que no me dejan ni dar un paso sin que me estén reventando los tímpanos.

No puedo evitar una carcajada, sobretodo cuando parece malhumorarlo más todavía.

—Ja, ja, no me da risa —canturrea con desdén.

—Pues a mí sí. No sé por qué parecéis sorprendido con ser tan popular. Pensé que estarías acostumbrado.

Pone cara de espanto.

—Miarma, ¿y por qué estaría acostumbrado?

No sé. ¿Será porque es el chamo más hermoso que hayan visto nuestros ojos fuera de una pantalla? Me hubiera imaginado que a donde fuera, pondría las cabezas de todas las chamas como ventiladores. Seguramente no puede ser tan caído de la mata como para no darse cuenta.

—¿Nunca te has visto a un espejo? —es lo que atino a comentar sin entrar a detalle.

El nuevo frunce la cara y eso lo hace ver más cuchi. Decido que lo mejor para mí es concentrarme en mi comida.

—Bueno aja, pero ya esta bueno. Ya va una semana de tanta ladilla. Es como si no se dieran cuenta que no soporto el alboroto que cargan.

Puede que sí se den cuenta pero ciertamente puede más el interés que la razón.

—Y ahí es donde entras tú —explica, observándome mientras ataco mi arepa—. Todo el salón parece detestarte. Nadie quiere siquiera estar cerca tuyo. Eres una paria.

Dicho por un extraño cada observación se clava en mi corazón como una flecha amellada, recordándome que la situación a la que estoy acostumbrada no es normal. Que otros no reciben este trato.

La molestia que me roe en el estómago me arrebata el hambre que tenía.

Él sigue adelante con su argumento, sin el más mínimo tacto.

—Entonces como nadie se quiere asociar contigo, asumo que el que se asocie contigo pasa a ser persona no grata.

—Tengo unas ganas enormes de meterte un coñazo en la jeta, pero pa' tu fortuna casi no me puedo mover —espeto vibrando de arrechera.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now