Capítulo 1

6.7K 436 107
                                    

PRESENTE 1

Lo primero que hago cuando llego del trabajo es explayarme en el sofá como una estrella de mar. Aunque más bien me siento estrellada después de dos turnos corridos en el hospital. Contemplo si arrancarme el sostén o si continuar siendo una con el sofá, cuando oigo el estrépito de pasos apresurados bajando por las escaleras.

—Cuidado, te puedes caer. —Cualquiera pensaría que estoy borracha por como suena mi voz.

—Mami, necesito ayuda con la tarea.

La voz de mi hija de doce años, Martina, llega detrás de mí. Intento mover la cabeza para ver su carita por primera vez en casi dos días pero no puedo.

—Dile a tu padre.

—No está. ¿Se te olvidó?

Pues sí, a estas alturas ni me acuerdo de mi propio nombre.

Martina se lanza sobre el sofá con una energía que causa ondas sobre los cojines. Yo igual me quedo inerte, aunque su entusiasmo me sube los nervios. Si esta tarea me va a hacer mover...

—Si es matemáticas que te ayude tu tía.

—No —Martina hace una pausa antes de continuar—: es literatura.

Frunzo el ceño porque yo que voy a saber de literatura. De vaina me gradué de médico. Si me hubiera puesto a estudiar cosas de gramática y no sé qué, me habría vuelto más loca de lo que ya estoy.

—¿No lo puedes sacar de Wikipedia o algo así? —pregunto con un desgano que no se puede esconder.

Martina menea la cabeza. Su sonrisita me hace pasar de nervios a alerta roja.

Nope —me dice a lo gringo—, tenemos que escribir una historia. Puede ser ficción o no-ficción, pero tipo narrativa. Y entonces estaba pensando...

—Si estabas pensando que yo te voy a hacer la tarea, pensaste mal.

Pero como si no hubiera dicho nada, ella sigue.

—Estaba pensando en escribir sobre cómo papi y tú se conocieron.

No importa qué tanto le inspeccione la expresión de su rostro, parece seria la niña.

—Miarmaaaaaaaaaa —le digo yo, alargando la palabra como si tuviera diez veces la letra a al final—. Pero si ya les hemos dicho la historia como mil veces.

Martina me pone los ojos en blanco como si yo no fuera capaz de darle un chancletazo en otro momento. Más adelante. Cuando sea gente otra vez.

—Siempre nos han echado el mismo cuento de que no fue amor a primera vista sino a segunda, etc. Pero tuvo que haber una primera antes de la segunda, ¿no? ¿Por qué nunca nos hablan de la primera vista?

Ahora sí me muevo, pero para taparme la cara con una mano.

No es que nunca les hayamos contado la historia a Martina y su hermanito, Matías. El problema es que cada vez que me acuerdo de lo idiotas que fuimos tanto su padre como yo —pero sobretodo él— me lleno de tanta arrechera que un científico me pudiera estudiar como nuevo método de generación de energía nuclear.

Así que sin más ni más, le doy otra alternativa a mi hija.

—¿Y por qué no te inventas algo? Sería mucho mejor.

Para mí, obvio.

Y ella, por falta de buen argumento, recurre a lanzarse encima de mí.

—Vai, mami. Yo quiero escribir algo con final feliz, ¿qué final más feliz que el que tiene una boda y dos hijos?

Visto de esa manera, suena muy sencillo. Pero para llegar a este final feliz, que ni si quiera ha terminado porque seguimos vivos, hubo tanto drama y tanto rollo que de solo pensarlo me canso más de lo que ya estoy. Me la sacudo de encima con las pocas fuerzas que me quedan y me levanto del sofá para ir a bañarme.

El problema es que Martina tiene la tenacidad que poseemos su padre y yo juntos, y no importa qué tanto intente distraerla de su objetivo. Ella no lo pierde de la mira.

Al cabo de dos horas de persecución por toda la casa, me sigue rogando. Matías llega de su práctica de béisbol, le echa un vistazo a la situación, y decide pasar de largo e ir a su cuarto.

Ya quisiera yo hacer lo mismo. Se me están cerrando los ojos mientras lavo platos en la cocina con Martina arreguindada de mi cintura.

—Ya está bueno. Si me dejas ir a dormir temprano te empiezo a contar toda la historia mañana.

—¿Me lo prometes?

Le lanzo una mirada asesina.

—¿De cuándo acá te miente tu madre?

—La otra vez dijiste que los ponquecitos para el food drive eran hechos en casa pero los compraste en Publix.

—Eso se lo dije a los del PTA, no a ti. —Encojo los hombros como me hace su hermano a cada rato.

Martina se cruza de brazos como si fuera la jefa de la casa.

—Y, ¿qué me dices de hace dos días cuando dijiste que nos ibas a buscar en la escuela, y tuvo que recogernos tía Dayana?

—No es mentir si a uno le sale un improviso. —Cierro el tubo de agua y me seco las manos con el trapo de la cocina—. Y mucho menos si se trata del trabajo.

Ahí es cuando me saca el arma de destrucción masiva. El meñique.

—Está bien, pero... pinky promise?

Respiro profundo y cuento hasta tres. El dedito sigue apuntándome con acusación. Y yo, que en este momento amo tanto a mi hija como al prospecto de meterme a la cama pronto, caigo en el juego y enlazo mi meñique con el suyo.

Fine. Pero si te voy a echar todo el cuento va a ser a mi manera.

Martina se ve más feliz que una lombriz sin saber lo que le espera. Porque el cuento sobre cómo nos enamoramos su padre y yo es más culebrero que una novela de RCTV de las viejas. Si voy a sufrir contándolo, que ella también pase por la montaña rusa de emociones.

 Si voy a sufrir contándolo, que ella también pase por la montaña rusa de emociones

Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.

NOTA DE LA AUTORA:

Ya están advertidxs. Agárrense, que esto es una montaña rusa. 😏

Algunas reglas para que la autora no pierda la cabeza (o lo que le queda):

- Seamos amables en los comentarios. Acuérdense que estamos en medio de un panini global y todos estamos chuecos emocional y mentalmente.
- No debatamos sobre la política del país. Sabemos que todo es un pupú bien restregadito y no lo vamos a limpiar en mi historia.
- Paciencia con los errores jejejeje gracias xoxo.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now