Capítulo 16

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PASADO 15

La feria es lo mejor del año.

No hay maracucho que se respete que no celebre a su Reina, la Chinita, en un dieciocho de noviembre. Mis tíos, primos, mis papás y yo hacemos un cúmulo sólido de gente para que no nos arroye la multitud. Dayana y yo estamos paradas sobre dos macetas gigantes en la Plaza Mayor, mirando hacia la Calle Derecha por donde pasa la Virgen. Cientos, sino miles de personas cantan su himno.

Cuando pasa su procesión frente a nosotros, es imposible no sentir un calor en el pecho que se derrama por los ojos.

Yo aprovecho para pedirle por salud para mis papás y porque me ayude a sacar buenas notas este año, como ha sido mi tradición personal desde que tengo memoria.

Incluso después de que sigue adelante, seguimos cantando el «gloria a tí, Casta Señora». Dayana y yo nos esperamos en la maceta hasta que mi tío Sócrates nos hace gesto de que bajemos.

Ahí es cuando empieza la aventura, intentar regresar varias calles abajo donde tenemos los carros, sin que nadie se pierda o peor. Nos agarramos de brazos, correas y todo lo que haga falta para movernos en fila.

Y como por arte de magia, me topo con alguien conocido. Me freno de golpe y causo que toda la expedición se detenga.

—¿El nuevo?

Tan duro lo dije que, a pesar del bullicio al rededor, el aludido respinga y hace contacto visual.

En efecto. Esos ojos son inconfundibles.

—¿Bárbara? —Él los entrecierra, como si no se pudiera creer lo que ve.

Prácticamente toda la ciudad está aquí, así que comparto su estupefacción.

—¡Pero si mira quién es! —Exclama el profesor de Educación Física. Por un instante me fallan las neuronas hasta que recuerdo que es primo de Diego—. Muy buenas noches, señor y señora Aparicio.

Mi papá brilla con una sonrisa al ser reconocido.

—Qué barbaridad encontrarlo aquí, profesor —comenta de regreso.

Suelto la mano de mi prima para ponerla sobre mi cara. Estoy segura de que mi padre me llamó Bárbara para hacer estos chistes toda la vida.

—¡Hola! Qué gusto verlas otra vez —brama la mamá del nuevo hacia Dayana y yo.

—¿Cómo está, señora? —Le doy una sonrisa con cautela. Se me olvidó su nombre.

—Muy bien, pero nada de señora. Llámenme Moira.

—Mucho gusto. Soy Graciela, la mamá de Bárbara.

—Y yo Gabriela, la mamá de Dayana.

Los ojos de la señora Moira vacilan de la una a la otra, como si le costara creer que está viendo a dos personas diferentes y no la ilusión óptica de una copia al carbón. Mami y tía parecen dos gotas de agua, aunque no son gemelas. Quizás por eso muchos confunden a Dayana y a mí por hermanas.

—Uy, esto va pa' largo —susurra mi prima en mi oído.

La sentencia resulta dar en el clavo. Los adultos se lanzan en una tertulia en plena Plaza Mayor, que no parece acabar. Salomón se desaparece porque tiene que recoger a Valeria para ir juntos a una fiesta como si no se hubieran trasnochado en un amanecer gaitero ayer.

A pesar de los planes previos del resto de nosotros eran amanecer en casa, terminan todos los adultos acordando que vayamos al juego de béisbol de esta noche.

Finalmente dos horas después, sentada en el estadio Luis Aparicio el Grande, es cuando logro respirar profundo nuevamente.

—¿Qué coño acaba de pasar? —Le pregunto al éter.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now