Capítulo 17

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PASADO 16

—Vergación, no me da.

—¿Cuál? —Dayana echa un ojo a mi colección de borrones en la página de mi cuaderno—. O mejor dicho, ¿cuáles?

Empujo mi cuaderno sobre el mostrador de la tienda. Casi se cae, pero se logra balancear al borde. Tal como me siento yo.

Siempre he sido buena en matemáticas, pero no tanto como mi prima. Me está yendo mucho mejor en los ejercicios de lenguaje que en los de matemáticas y geometría, y a este ritmo ella va a sacar mejor nota en la Prueba de Aptitud Académica que yo.

—Ninguno. No entiendo nada de esta parte.

—Hmm, ¿la queréis intentar entender o será mejor que te enfoquéis en otra que si podáis resolver?

—¿Y qué hago si me salen problemas de estos en la prueba? —pregunto, estremeciéndome de horror al imaginarlo.

Dayana se encoge de hombros.

—De tin marin.

Nos observamos la una a la otra. Dos mejores estudiantes de nuestras respectivas clases, que nunca en la vida hubiéramos pensado hacer algo como seleccionar respuestas al azar. Con a penas semanas hasta la prueba, suena como la mejor estrategia.

—Daya, ¿nadie te ha dicho que sois una genio?

—Sois la primera en tener el honor.

Nos volvemos puras risitas cuando en eso entra un cliente a la tienda. O mejor dicho, una clienta.

—¡Hola, niñas! ¿Cómo están?

—Buenas tardes —exclama mi prima a la vez que recoge los cachivaches del mostrador en tiempo record.

—Bien, ¿y usted señora Moira? —contesto antes de caer en la cuenta que no le gusta que la anden señoreando—. Perdón, Moira.

Se sonríe con tanto gusto que se le ponen rojas las mejillas. Su expresión es exactamente la que pone su hijo en las pocas ocasiones en las que lo he visto feliz. Como en el juego de béisbol.

Y hablando del rey de Roma, no lo veo con su mamá.

—Vengo en busca de un conjunto para la boda —comenta Moira, echándole un ojo a las perchas repletas de ropa de todos colores.

—¿Se va a casar? —indaga mi prima.

Mis cejas se levantan. No le he oído nada al respecto al nuevo. Aunque de todas maneras, no es como que comparte mucho de su vida en general.

—No, no. Es para la boda de tu hermano, Dayana.

—¿Qué? —reventamos al unísono tanto Dayana como yo.

—Sí —continúa Moira como si nada—, las mamás de las dos nos invitaron durante el juego. ¿No les dijeron?

—Pues no —balbucea Dayana.

Detecto plural en la explicación.

—Osea que, ¿Diego también va a la boda?

—Si lo logro arrastrar, sí. No quiero ir sola pero él no se quiere poner flux y corbata.

Sospecho que más que eso, simplemente no quiere ir a la boda de gente que no conoce. Y no lo culpo. Aunque se perdería tremendo bufé libre.

Da igual, ni que yo quiera que el nuevo vaya.

—¡Hooooola! —Tía Gabriela entra en la tienda casi bailando. Comparte un abrazo con Moira tal cual si fueran las mejores amigas de toda la vida.

La noche de la feria, mi mamá, mi tía y Moira se pasaron las horas interminables del juego cuchicheando. Así que en realidad esto no debiera extrañarme.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now