Capítulo 36

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PASADO 35

Mi mamá se afana en arreglarme el cabello como sugirió Dayana, resaltando los rulos naturales en vez de alisarlo con plancha. Nunca he estado a la moda ni soy bonita como Valentina o mi prima, intentar verme como ellas más bien me haría ver ridícula.

Pero con toda la dedicación de mami, más el maquillaje, no me veo tan mal.

Ella se queda mirándome a través del espejo cuando ha terminado su obra maestra. Su sonrisa pasa de plenamente feliz al preludio de lágrimas en un instante.

—Mi bebé se está haciendo grande. —Y acto seguido rompe a llorar.

—Ay, mami.

Me levanto para darle un abrazo pero como si se contagiara con el tacto, me empiezan a cosquillear los lagrimales también. Tenemos que hacer un esfuerzo sobrehumano para que yo no arruine todo su trabajo.

Nos vamos los tres juntos en el carro de mi papá, con él al volante. Ésta es verdaderamente la última vez que voy al colegio. Mi estómago es una licuadora que revuelve toda clase de sentimientos y los convierte en un cóctel nauseabundo.

Veo las calles pasar que han sido el carril de trasfondos por trece años. No es como que no las fuera a ver nunca más, al final de cuentas yo no me voy del país, pero quiero sentirlas de esta misma manera una última vez. Por tanto tiempo las transcurrí con mi papá o mi mamá mientras repasaba para un examen o dormitaba con sueño, o mientras les contaba lo que me había pasado en el colegio ese día. A partir de ahora las transitaré para otros destinos. Hacia el colegio, es hoy la última vez.

La alegría que pensé que iba a sentir ante el día de mi graduación es mucho más tenue de lo que esperaba. Sí, estoy feliz de que pronto puedo estudiar lo que de verdad quiero y ciertamente me regocijo en el hecho de que ya no me voy a tener que calar las vainas de los del salón. Pero eso era familiar. Básicamente así me crié.

Hay algo muy nostálgico en darse cuenta de que estás cerrando una página de tu vida, y de que ahora solo la podrás revivir en tus recuerdos.

Es difícil conseguir un puesto de estacionamiento cerca de la entrada del colegio. Parece que todo el mundo tuvo la misma idea de llegar temprano. Terminamos estacionando a dos cuadras frente a una casa. Mi pecho se estruje de nervios y latidos acelerados a medida que nos vamos acercando al portón.

Sé que voy a pasar las próximas horas sentada al lado de Diego y no sé cómo contenerme. Si tan sólo él hubiera tenido apellido Gómez, o aún más lejos como Parra.

—Vamos a sentarnos en las gradas —comenta mi papá hacia mami—. Dejemos que Bárbara esté con sus amiguitos.

Mami me da un beso en la mejilla y me impulsa hacia el grupo grande de mis compañeros, congregados frente a las sillas donde estaremos durante la ceremonia.

Enseguida veo la hermosa melena rubia de Valentina. Me arreguindo de su brazo como si ella fuera un salvavidas.

—Auxilio —murmuro en su oído. Atraemos algunas miradas curiosas, desacostumbradas a vernos juntas. Pero ya no me importa lo que piensen.

Valentina le da una palmadita a mi brazo.

—Tranquila. Como hablamos, si necesitáis llorar o lo que sea me dais la señal y nos escapamos. ¿Qué es lo peor que nos pueden hacer a estas alturas, no darnos el diploma?

Casi me molesta que me hace sonreír, pero en el fondo se lo agradezco.

—Tenéis razón, y mucho menos a mí, la mejor estudiante de la clase.

—Con esa modestia tuya es que sé que vais a estar bien, pase lo que pase. —Su torso vibra con una risa poco contenida.

Diego llega con su mamá y el profesor Guillermo. Mientras atraviesan la cancha llena de gente, mi mamá les hace señas hasta que la señora Moira la atisba. Los parientes de Diego se sientan con los míos, pero a diferencia de mí él no viene a unirse al grupo. Se sienta en su silla, la primera junto al pasillo en medio que formamos para dividir las dos secciones de graduandos.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now