Capítulo 18

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PASADO 17

Es una injusticia total que a pesar de que la Prueba de Aptitud Académica se acerca galopante hacia nosotros, aún así tengamos que sufrir exámenes de lapso en el colegio.

Los del salón se han quejado al respecto hasta el hartazgo y los profesores tienen cero compasión. Siendo la mejor de la clase, tanto los de un bando como los del otro creen que soy pro exámenes y ambos se equivocan. Si me encontrara con un genio en una lámpara que me concediera tres deseos, uno sería poder seguir siendo la número uno pero sin tener que presentar ningún examen.

—Buenos días —saluda la profe Rita al entrar al salón.

Nadie tiene ni una pizca de energía para levantarse y devolverle el gesto. Acabamos de sobrevivir el examen de matemáticas y no sé los demás, pero yo tengo los ojos cruzados y los cables fritos.

—¿Listos para el examen?

Un coro de gemidos es la respuesta. La profe ríe entre dientes con cero compasión.

—Delegados, vengan a ayudarme a repartir las hojas de examen.

Me levanto de mi pupitre y no sé si es la combinación de hambre, sueño o cansancio pero la visión se me nubla. Meneo la cabeza y con eso la aclaro. La profesora me entrega la mitad de la resma de hojas. Algunas quieren escaparse de mis manos y mientras las acomodo, Luis Miguel llega para recibir la otra mitad.

—¿Estás bien? —me pregunta con voz queda—, te veo como pálida.

—Sí, gracias. Todo bien.

Me volteo para regresar a mi puesto, y como si la vida estuviera empeñada en llevarme la contraria, mis pies trastabillan el uno con el otro y pierdo el balance.

Un chillido sale de mi boca mientras el mundo se ladea. Cierro los ojos para prepararme para el impacto.

Y no llega. O al menos no como yo lo esperaba.

Dos cosas ocurren a la vez. Primera, siento un templón en un brazo que frena el movimiento. Segunda, dos brazos extraños se ciñen a mi alrededor y en vez de estrellarme de bruces contra el suelo como esperaba, me topo con algo también duro pero que huele muy bien.

Abro los ojos y lo primero que veo es un hombro.

¿Qué?

Mi cerebro finalmente procesa lo que ha pasado. Alguien me atajó por el frente. Y alguien me agarró por el brazo desde atrás. Este último solo puede ser Luis Miguel. La profesora está detrás del escritorio y de por medio estaba el otro delegado. Pero, ¿quién es el otro al frente?

Con su ayuda me sostengo para desenredar mis pies y cuando recupero la estabilidad, levanto los ojos y...

«Dios mío».

Es el nuevo. Y verlo de cerca es como de infarto.

Brinco hacia atrás y quedo en los brazos de Luis Miguel. Otro ataque cardíaco.

—Perdón —balbuceo, saliendo de en medio. No sé cómo he logrado conservar la resma de exámenes apretada contra mi pecho.

—Upaaaaaa —revienta la voz de Yakson, el mejor amigo de Luis Miguel.

Acto seguido el salón irrumpe en silbidos.

—Ya está bueno, fue solo un accidente —amonesta la profesora, dando palmadas hasta que la emoción abate.

Lo más ladilla son las expresiones de odio en las caras de Aracely y Mafe cuando les entrego sus hojas de examen, como si las hubiera atracado o algo. Al menos la cabecilla de esa pandilla me ignora por completo cuando le doy la suya.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now