Capítulo 31

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PASADO 30

A penas ha pasado un día de ese bombazo cuando nos tiran otro.

La profe Rita entra al salón a primera hora, a pesar de que esta no es su hora de clase. Eso me da la pista de que el día se va a descarrilar.

La sonrisota en su cara no hace absolutamente nada para infundirme calma.

—Buenos días, muchachos.

Nos levantamos de nuestros puestos para devolverle el saludo, tal como hemos hecho por trece años de miseria... digo, de educación escolar.

—Se preguntarán qué hago aquí esta mañana —comenta a la vez que se planta frente al salón—, y la razón es que vengo a organizarlos para comenzar el servicio comunitario.

—¿Más cosas? —grita Yakson a modo de queja, y todos se unen.

Hasta yo no puedo evitar colapsar en mi pupitre como si me hubieran arrancado el alma.

La profesora guía se pone la mano en el pecho como si le hubieran asestado una estocada mortal.

—¿Acaso yo les dije que quinto año iba a ser fácil? —Sin esperar respuesta, da algunas palmadas para apaciguar los ánimos—. A ver, que los dos delegados pasen al frente por favor.

Un pequeño gemido sale de mi garganta, demasiado suave como para llamar la atención pero suficiente como para descargar un poco de mi fastidio. Me instalo a un lado de la profesora y Luis Miguel del otro. Él me pone una expresión de sufrimiento que siento en lo profundo de mi ser.

—La forma en la que vamos a hacer esto es sencillo —explica la profesora, pasándole una caja a Luis Miguel que ni cuenta me había dado de que traía—. La dirección ha decidido que el servicio comunitario va a consistir de ayudar a las maestras de preescolar y primaria todos los martes de este mes.

Eso parece sonarle a sinónimo de vacaciones a la mayoría de la gente, juzgando por la repentina alegría que los embarga. Será que no tienen primitos o hermanitos ladillas como para no saber lo que esto significa.

—Así que vamos a escoger al azar a qué clases se van a ir a partir de hoy.

Mafe levanta la mano.

—¿Nos podemos emparejar con quién queramos?

—No —bufa la profesora—. Si los dejo que se vayan con sus amiguitos se van a pasar todo el día brolleando. La idea es ayudar a las profesoras, no a que ustedes vayan a jugar.

La Mafe casi que se derrite de la decepción. De cierta forma la entiendo, porque a menos que yo quede emparejada con Valentina o Luis Miguel, esto podría ser una pesadilla.

De reojo observo al uno y a la otra. Hace un año no hubiera podido creer que estos dos serían los únicos amigos con los que podría contar, pero como dijo Rubén Blades, la vida te da sorpresas, sorpresas te da la vida.

—Y por eso los voy a asignar de dos a dos por orden alfabético —anuncia la profesora.

Eso significa que me va a tocar el servicio comunitario con Diego.

«¡Vergación, no pego una!».

Pestañeo cada vez más rápido con la mirada perdida en la distancia.

—Profe —digo de pronto, respirando profundamente—, ¿cuántos martes es que van a ser?

—Cuatro.

En todo esto, Diego no ha levantado cabeza. Como siempre la tiene apoyada en una mano, su codo sobre el escritorio del pupitre. No me extrañaría que esté de camino al quinto sueño. Y yo aquí, frente a toda la clase sudando frío por su culpa.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now