Capítulo 5

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PRESENTE 3

De solo acordarme del golpazo me siento mareada. Hago una pausa mientras lavo los platos después del desayuno para sujetarme del mostrador. Por un momento pensé que me iba de bruces.

—¿Y cuál de los dos fue el que te dio con la pelota? —El cuerpo de Martina se estremece mientras hace la pregunta.

Parece que mis habilidades de contar una historia son mejores de las que pensaba. ¿Será que me equivoqué de carrera? Aunque tendría más confianza en este nuevo hobby si Matías no tuviera la nariz metida en el juego del celular.

Eso sí, el cuento no será tan interesante si le doy la respuesta a Martina fácilmente. Prometí que le contaría todo tal cual como si estuviéramos transportadas a esa época, y cuando ese incidente ocurrió yo aún no sabía la identidad del culpable.

De haberlo sabido, quizás las cosas hubieran sido diferentes.

De haberlo sabido, quizás las cosas hubieran sido diferentes

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PASADO 4

—¿Y a vos qué te pasó?

La voz de Dayana suena tan duro que retumba en las paredes de mi cuarto. Me encojo como una pasita aunque el gesto no hace nada para reducir el dolor de cabeza que se acrecienta con su llegada.

—No grites, por amor a Dios —espeto con más energía de lo que creería posible.

Sikiú Dayana, o Dayana para los que no quieren morir prematuramente, arronza la silla del escritorio contra el piso. Un peso se ciñe sobre el colchón de mi cama, no lo suficiente como para que sea el de todo su cuerpo. Levanto el gorro de hielo brevemente y noto que, sentada en la silla, ha montado las piernas en mi colchón como si estuviera en su casa.

Y lo está. Dayana y yo vivimos en el mismo edificio. Nuestras mamás son hermanas y las dos familias nos las pasamos entrando y saliendo del apartamento de los unos y de los otros todos los días. Incluso varias veces al día.

Yo soy hija única, y ella es lo más cercano que tengo a una hermana. Mi primo Salomón, hermano mayor de Dayana, lamentablemente también es lo más cercano que tengo a un hermano cochino, grosero y traidor, que a veces vale el oxígeno que respira.

—Tía Graciela me dijo que te fue mal en el colegio hoy —continúa ella, refiriéndose a mi mamá, quien nunca se aguanta un brollo—, ¿cómo es posible que la cagaras tanto en solo el primer día?

—Yo soy inocente —replico con un gruñido—. Ni que me hubiera espetado el pelotazo yo misma.

—Con el talento tuyo pa' deportes, es posible.

Lanzo una mirada que muestra con detalle como me gustaría espetarle. Es demasiado esfuerzo, con lo que prefiero regresar el gorro de hielo a su sitio sobre mi frente. Con el ventilador refrescando el cuarto, me había quedado dormida hasta que llegó Dayana. Ahora será imposible conciliar el sueño de nuevo.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now