Capítulo 40

1.7K 267 106
                                    

PASADO 38

Cuando dijo cena y cine me imaginé que íbamos a comer algo rápido en la feria de comidas de un centro comercial, antes de entrar a ver una película. Pero no. Luis Miguel podrá haber cambiado físicamente pero aún sigue siendo el mismo «todo o nada» de siempre.

Debo parecer una turista observando cada detalle del restaurante. Es uno de esos elegantes que sirven comida italiana auténtica, con porciones y precios que una familia italiana consideraría un asalto a mano armada. Estoy muy fuera de base con mi blusa de Zara y los mismos jeans que uso a cada rato para ir a la universidad. El arreglo de cabello y maquillaje que me hicieron Valentina y Dayana me pareció espectacular hace unas horas, pero ahora lo siento insuficiente. Aquí había que venir con traje de fiesta y maquillaje profesional, según noto del resto de comensales.

Luis Miguel también resalta con su camisa a botón sencilla y un aspecto atractivo y atlético que tiene a toda la mitad femenina de clientes y empleados babeándose.

Esa es otra razón por la que me muero de vergüenza. Todas me miran como preguntándose qué hace una pata en el suelo como yo con este muñeco.

—Este... ¿no te parece que está como muy elegante este sitio?

El pobre se encoge.

—Me dijo un Cabo Segundo que este restaurante era bueno para citas pero admito que no investigué mucho al respecto.

Citas.

Dijo que esto es una cita.

Casi temo que mis cuatro amigas salten de entre las plantas o debajo de las mesas para gritarme «te lo dijimos, imbécil».

Me retuerzo en mi silla hasta el punto de que la hago chillar.

—Ya va —digo de pronto, agarrándome de cualquier excusa para no tener que enfrentar el hecho de que esto es una cita y lo que eso significa—. ¿Cabo Segundo?

—Ah, sí. Estoy en la Aviación. —Luis Miguel se pone una servilleta de tela sobre las piernas.

—¡Con razón estás así!

Quisiera golpearme yo misma pero ya es muy tarde, las palabras explotaron de mi boca. Unos señores de la mesa más cercana voltean para lanzarme miradas asesinas.

—¿A qué te referís? —Las mejillas de Luis Miguel tiemblan con el esfuerzo que hace para no reírse.

Ni loca admito en voz alta que está buenísimo. Que me tiene con ganas de tirármele encima a ver si me puede atrapar con eso brazos fuertes.

—Digo, así como fortachón.

De alguna manera u otra sobrevivo las terribles ganas de caer muerta en el acto.

Luis Miguel pasa la palma de su mano por su cabeza. Me pregunto si el cabello tan cortito que lleva será suave. El movimiento hace que la manga de su camisa parezca estar a punto de reventar ante la tensión de los gruesos músculos de sus brazos.

Levanto el vaso de agua con hielo y tomo un largo trago para refrescarme.

—Es de tanto entrenar. Soy Sargento Primero después de casi dos años en la Academia en Maracay.

Uf, eso definitivamente no es el gimnasio a la vuelta de la esquina.

—Momento, ¿dijiste Maracay? ¿Y entonces que hacéis por aquí?

Pone los antebrazos contra el borde de la mesa para inclinarse adelante.

—Es que estamos haciendo un ejercicio en la base Rafael Urdaneta y mi superior me dio permiso.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now