Capítulo 10

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PASADO 9

La profe Rita tiene una fascinación con mapas. Algunos son comprados en librerías y otros son hechos por estudiantes. En el segundo grupo, los mapas están llenos de dibujos y anotaciones sobre las peculiaridades de una cierta época o población. Encima de ellos, la profesora hace más acotaciones hasta que eventualmente cada mapa es un desastre ininteligible y debe ser reemplazado. Y así sucesivamente cada año.

Para la clase de hoy, yo la ayudé a traer la mitad de los que iba a requerir. Mientras Luis Miguel y yo los fijábamos a las paredes, la profe buscó otros tantos mapas más para empapelar cada rincón.

Nos tardamos una barbaridad, válgase el juego de palabras, en que estuviera todo montado y la clase pudiera empezar. En todo eso, los del salón aprovecharon para echarse todos los brollos. Y la mayoría eran sobre el nuevo.

—¿Viste como corría ayer?

—Uff, sí. Parecía Baywatch.

El Dieguito no escucha nada de nada. Desde ayer carga un Discman y mantiene los audífonos al rededor de su cuello. Al más mínimo indicio de que los profesores van a ofrecer la oportunidad para que las chamas le brinquen encima, él se monta los audífonos y se desaparece para el mundo.

Me gusta la idea. También la intentaré, pero con la finalidad de escuchar algo diferente que no sea el bullicio del 5A.

Cuando finalmente me siento en mi pupitre para comenzar la clase, siento un cansancio ceñirse sobre mí como una nube. No tengo energía ni para forzar la vista a discernir lo que la profe Rita señala.

Encajo my dedo en el costado del nuevo y lo hace respingar.

—¿Qué dice ahí?

—¿Todavía estás ciega? —susurra de regreso.

—Estás como mi mamá que me pregunta si ya llegué cuando me ve entrar por la puerta —respondo chorreando sarcasmo—. Claro que estoy ciega todavía, me dan los lentes nuevos mañana. ¿Me vas a ayudar o no?

—Sí, sí, Mr. Magoo. ¿O serás Miss Magoo?

—Ja. Ja... Ja.

Al menos media hora después de contestar mis constantes preguntas, él agarra mi cuaderno y empieza a anotar directamente allí. Mientras me enfoco de lleno en lo que dice la profe, me pregunto si el nuevo estaría dispuesto a ser mi asistente a partir de ahora.

«Ehh, lo dudo. Se le nota lo picado a leguas», pienso para mis adentros.

La clase transcurre sin más problema que el que le dí a mi renuente compinche. Hasta que es mi turno de sufrir.

—Bárbara y Luis Miguel, ¿pueden llevar todos los mapas al cuarto de peroles de los profesores? Los ayudaría con mucho gusto pero es que tengo que correr a otra clase.

Me aguanto las ganas de suspirar con pura fuerza de voluntad.

—Claro que sí, profe —contesto con una sonrisa.

—No hay problema —agrega Luis Miguel desde el medio del salón.

—Este... yo lo puedo hacer sola.

Pero es la profe la que me ataja.

—No, que va. Te vas a tardar mucho y vas a perder mucho tiempo de la siguiente clase. Deja que te ayude el otro delegado.

Esto es lo peor que podría pasarme en este día martes de nuestro Señor.

A regañadientes, recojo los mapas en una mitad del salón mientras Luis Miguel se encarga del resto. El profesor de Química entra en el salón, dando los buenos días con su acostumbrada voz varios decibeles más altos que el promedio. Incluso cuando me alejo del salón cargando los rollos de mapas lo puedo escuchar.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now