Capítulo 29

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PASADO 28

—¿Quéééééééé?

El chillido de Dayana es tan agudo que de milagro no rompe todos los ventanales de las tiendas en el centro comercial.

—Dios mío —gime Valentina mientras cubre sus orejas con sus manos—. ¿Nos queréis reventar los tímpanos?

—No me digan que soy la única que está en shock con lo que acaba de contar Bárbara.

Nadie está más estupefacta que yo, sentada en un taburete con la mirada perdida en el horizonte y una incapacidad crónica de cerrar la boca. Simultáneamente parecen cinco minutos y cinco años desde ese beso, aunque apenas han pasado eso de veinticuatro horas.

—Marica, ¡tu primer beso!

Si me pudiera encoger más, probablemente desaparecería.

En eso Valentina suspira y colapsa en el otro taburete detrás del mostrador.

¡Soy lo peor! ¿Cómo se me ocurre hablar de que Luis Miguel me besó, cuando a ella le gusta? Después de varios meses de andar para arriba y para abajo las tres juntas, como antes, parece que se me ha olvidado que no todo es exactamente igual.

—Mierda —exclamo de pronto—. Valentina, perdón. No fue mi intención ser coña 'e madre. Luis Miguel tiene que estar loco pal coño pa' rechazarte a ti y querer algo conmigo.

—No, no. Después de que me rechazó no hay más nada que hacer. No tiene nada de malo que le gustes. ¿Por qué no estás contenta?

—Verdad. Al menos comprobamos que el carajo no es gay sino lento —comenta Dayana con una risita—. Y como dice el dicho más vale tarde que nunca, ¿no?

—No —sacudo la cabeza—. Hay tal cosa como muy tarde.

Las dos intercambian una mirada que sin decir palabra alguna comparte el mismo pensamiento obvio. Que aquí hay gato encerrado.

De un suspiro me derrito contra la pared, hasta el punto de que mi trasero casi se sale de la superficie del taburete. Sino fuera por mis rodillas atrapadas contra el cristal del mostrador, ya hubiera llegado a dar al suelo.

—Es que hay otro dicho —balbuceo con desgano—. Un clavo saca otro clavo.

—¿Que, qué? —grita Dayana otra vez.

—¡Lo sabía! —Valentina se chasquea los dedos—. Yo los veía tan uña y mugre. No se puede mirar de cerca a un coño tan bello sin hacerse ilusiones.

—No me dio tiempo ni de llegar a la etapa de ilusiones cuando todo se vino abajo.

—¿No me digas que el nuevo ya te mandó a la porra? —Dayana retuerce la cara con disgusto.

El ceño de Valentina cae como un trueno sobre su cara de Miss Venezuela.

—Si queréis, el lunes le pongo el pie pa' que se caiga por las escaleras —ofrece ella.

Casi me hace reír.

—No es que me rechazó. Al final de cuentas no le he dicho lo que siento. Es más, no se lo planeo decir para nada.

—Pero, ¿por qué? No entiendo nada —murmura mi prima.

—Yo tampoco —agrega nuestra vecina.

—Porque se va —explico con dificultad, porque de pensarlo siento cosquilleo en los ojos otra vez—. No tiene planes de quedarse aquí después del colegio. Va a buscar su suerte en equipos profesionales de béisbol. Y yo... pues yo sí me quedo aquí.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now