Capítulo 34

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PASADO 33

—Pásame la pintura roja.

Extiendo la mano para recibir el tubo de pintura acrílica, pero nada.

Levanto la mirada y me encuentro sola. Diego, que se suponía que me debía estar ayudando, se ha desaparecido como espuma en el mar.

Miro alrededor buscándolo y lo consigo carreteando cajas llenas de peroles para manualidades arriba y abajo del escenario, donde una combinación de gente del 5A y 5B trabajan en medir las carteleras en todo el derredor del escenario. Es parte del esfuerzo en el que estoy colaborando, de diseñar los pósters que se van a poner allí durante la graduación.

No sé en qué momento me desertó el muy traidor. Me levanto del suelo con un gruñido y rodeo el póster hasta dar con la caja de las pinturas. Reemplazo el amarillo que estaba usando por rojo y agarro un pincel limpio. El otro lo sumerjo en el recipiente con mezcla de agua y pintura. Se ve marrón como el fango pero no tengo ganas de ir a reemplazarla.

En eso Diego se acerca.

—Ey, Diego. ¿No y que ibas a ser mi asistonto? —Lo digo con error premeditado para echarle broma.

Quizás le causa más molestia de lo anticipado. En vez de pararme la mínima bola pasa de tangente como un cometa.

Entrecierro los ojos debatiéndome si formarle peo. Pero estamos rodeados como de casi sesenta personas, más la profesora Rita. No voy a arruinar mi récord de estudiante modelo a solo días de graduarnos.

Ya le había notado un poco la cuestión en los días después de la lluvia. Como si después de eso se hubiera dado cuenta de que me gusta. Desde ese entonces he hecho un esfuerzo sobrehumano para pretender que no, que nada ha pasado. A lo mejor no soy tan buena actriz como quisiera o Diego tiene la capacidad de leer mi mente.

Lo cierto es que me ha estado sacando el culo. Y como ya le quitaron el cabestrillo, ni siquiera tengo la excusa en clase de tomarle sus notas para que no me ignore. Se siente algo así como si él estuviera intentando cortar toda relación desde ya.

Vuelvo a arrodillarme ante el póster y me pongo a trabajar de mala gana. Quisiera volcarle el pote de agua y pintura sobre la cabeza.

—¿Qué te pica?

Suspiro con tanta fuerza que termina en puchero.

Valentina, quién hizo la pregunta, se sienta a mi lado en el suelo de la cancha.

Señalo con los labios hacia la espalda de Diego. El muy condenado ahora está ayudando a armar cadenetas de papeles rojos, amarillos y blancos como si supiera algo de decoración. Pero he visto el interior de sus cuadernos y no es capaz ni de dibujar una línea recta. Por eso lo tenía solo llevándome y trayéndome cosas.

—Hmm —murmura Valentina cruzándose de brazos—. Sí, la verdad es raro no verlo pegado a vos.

—Creo que su meta todo este año ha sido ladillarme la vida y lo ha logrado —mascullo entre dientes—. Pásame ese marcador, por fa.

Es mucho mejor asistonta que Diego; enseguida me ofrece lo pedido.

—Yo creo que también le gustas —declara con toda propiedad.

Respingo a barrer una mirada alrededor en caso de que note a alguien con la oreja parada.

Pero todo el mundo está demasiado ocupado. Gente va y viene, cargando cachivaches o dando instrucciones. Alguien se queja de que se le acabaron las grapas. Más allá otra persona se carcajea. Atrae mi atención y observo a Yakson burlarse de Luis Miguel, quién batuquea un pedazo de cartón adherido a su mano con pega loca.

Cuando éramos felices y no lo sabíamos (Nostalgia #1)Where stories live. Discover now