Capítulo 41

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PRESENTE 11

Gracias al cielo todo salió bien.

Susana Teresa Arriaga Rodríguez nació sin matar a su mamita, con su papito presente, y perfecta como la hizo el Señor. Final feliz.

Excepto que la vida sigue. Mientras su familia se maravilla sobre como una cosita tan pequeñita puede gritar tan duro y emitir olores tan impactantes, yo le termino de echar el cuento de mi romance con Tomás a los chamos.

Por su parte, la cara de Tomás pasa por todos los tonos de un semáforo al percatarse que se ha convertido en el nuevo héroe romántico de la familia. Es lo mínimo que se merece.

A Susana y a mí nos dan de alta dos días después. Supongo que como Tomás se quedó a dormir en un catre del hospital en mi habitación cada noche, a él también le dan de alta. El clan completo nos espera fuera del hospital con flores y globos, y lo mejor de todo es que mi mamá trae a Samuel. Nos ha visitado todos los días pero extraño amapujarlo y besarlo hasta que se fastidie.

Lo malo es que ya ha empezado a mostrar signos de que va a ser un hermano mayor fastidioso como lo son Salomón y su padre. No puedo creer que le he inflingido ese sufrimiento a mi pobre bebé recién nacida.

Pero Samuel la quiere con todo su corazoncito de cinco años. Cada vez que ve a su hermanita le presenta su dedo, y ella enrolla sus deditos alrededor. Si alguien quiere tocar las mejillas de Susana, Samuel no les deja.

—Le puede doler —dijo una vez con vocecita gruñona.

Hacemos caravana hacia nuestra casa como con seis carros. Alguien se afanó en escribir letreros en los vidrios de los carros anunciando que estrenamos bebé a bordo, como hace la gente en Venezuela para cualquier cosa. Varios carros nos cornetean y veo a los conductores aplaudir como uniéndose a la celebración, y no puedo evitar pensar que seguro son de los nuestros.

Cuando llegamos a casa, más que el banner de bienvenida y más flores y globos, lo que me llama la atención es que todo está pulcro. Parece un hogar de exhibición.

—¿Y esto?

—Un trato es un trato —anuncia Martina con una sonrisa de oreja a oreja.

—Que quede el récord claro que yo ayudé también —refunfuña Matías, arrancándonos una risa.

Pero Susana se despierta en mi regazo y enseguida llora.

—A ver, un poco de calma —mi mamá ordena a todos con su voz de mamá.

—Sí, dejemos que la familia descanse —sugiere mi prima, arriando a sus hijos hacia la puerta donde están ella y Diego—. Volvemos mañana, ¿sí?

—Mi casa es tu casa. —Le doy un abrazo con un solo brazo y así arrancan las despedidas.

Valentina es la siguiente, que de todas maneras tiene que correr al trabajo. Mi hermano confirma que mañana estará aquí puntual para hacer una parrillada. Sus hijas me informan que ellas limpiaron la cocina y merecen reconocimiento. De turno les prometo que pueden venir a usarla cuando quieran, pero eso no parece alegrarlas.

Entre risas y agradecimientos nos despedimos de todos, y solo nos quedamos con mis papás.

—A ver, Samuelito —le dice mi papá—, vamos a que aprendáis a jugar dominó.

—Papi... —Pero mi advertencia cae en un abismo porque Samuel oyó la palabra «jugar» y ya está, vendido al único postor.

—Dame a mi nieta. —Mami abre y cierra las manos hasta que accedo a la petición, y Susana se calma cuando la recuesta contra su pecho, la muy traidora—. Ustedes dos deben estar exhaustos así que váyanse a acostar un rato.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now