Capítulo 24

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PASADO 23

—Yo creo que esto no ha sido una buena idea —enuncio con voz arrastrada.

—¿Lo dice la que está arrullando una botella de ron como si fuera un bebé? —Javi se ríe a todo pulmón y no llama la atención porque toda la gente está parada en el pasillo del bus perreando con una canción de Calle Ciega.

—Es mía. —Le saco la lengua.

—Bueno, es verdad que estar bailando en medio bus en plena carretera en el medio de la madrugada no es como que muy sensato.

Nosotros dos somos unos de los pocos que estamos rumbeando desde nuestros asientos. Javi no tendrá su propia botella como yo, pero se ha echado más palos que yo misma. Aunque todavía tiene la capacidad de elocuencia que yo perdí hace rato, de vez en cuando le salen unos hipos sospechosos.

—No me refería a eso —explico—, sino esto de irnos de viaje en pleno semestre, sobretodo con Mecanismos esperándonos al regreso.

Mecanismos.

El solo nombre de esa materia es capaz de inspirar profundo terror en el corazón de todo estudiante de Ingeniería Mecánica en la ilustrísima Universidad del Zulia. Es el gran filtro de la carrera que dicho de la boca de los profesores, reprueba a eso del ochenta por ciento de los estudiantes cada semestre. Y muchos de ellos deciden tirar la toalla y salirse de la universidad antes de tener que pasar por ese suplicio otra vez.

Yo digo que con estadísticas así, hay un problema serio en la forma de dar la materia. Sino, el punto es precisamente ese: que no muchos aguanten y que así hayan pocos estudiantes en los semestres superiores, y por lo tanto menos graduados.

Ya raspé el primer parcial y he logrado sacar la mayoría de las prácticas con diez por puro milagro. Me debatía si ir al congreso al que nos dirigimos o seguir enclaustrada estudiando. Pero eso es lo que he hecho durante todo el semestre e igual saqué un flamante cero seis en el primer parcial.

A sabiendas de todo esto, papi y mami no me querían dejar venir al congreso, pero como mis tíos le dieron permiso a Bárbara de asistir a uno a la vez, no en Caracas sino en Miami, tampoco tuvieron más remedio que darme permiso.

Así que aquí estoy, abrazada de mi mejor amigo el señor Cacique.

—Olvidémonos de Mecanismos un rato. —La cara de Javi se arruga más que cuando se echa un palo de ron—. Dame un traguito.

—¿Cuánto hay pa' eso?

Javi se lo piensa. A pesar de que el bus está oscuro, mis ojos ya se han adaptado a la tenue luz de la luna llena que se cuela por las ventanas, y distingo el semblante filosófico.

—¿Qué te parece mi amistad incondicional y eterna?

—Está como que muy barato pero acepto el pago.

Javi abre la boca y yo me levanto tambaleante para apoyarme en el asiento de adelante mientras decanto un poco de ron en su boca. Con suerte esta vez logro no derramar el preciado líquido ámbar por su mejilla como paso la vez anterior.

Antes de sentarme distingo una figura solitaria en la esquina de la fila de atrás del bus. El que es tiene puesto un sweater negro de esos con capucha y la tiene puesta, con lo que no distingo bien su cara. Pero sé quién es.

—Javi.

—¿Qué fue?

—Vamoa dale lata a Tomás. —Apunto con mi mentón hacia el susodicho.

Javi se menea en su asiento hasta arrodillarse en él, mirando hacia atrás.

—Oh, buena idea.

Con pasos tambaleantes, en parte porque nuestras venas están más llenas de ron que de sangre, y porque el bus se mece en el camino, Javi y yo navegamos el final del pasillo hasta llegar al fondo. Detrás de nosotros el grupo sigue la rumba como si esto fuera el club nocturno del año.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now