Capítulo 30 (parte 2)

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PASADO 29 (parte 2)

Intento ser discreta al alejarme de Tomás y espero que como la voz de Yael llega detrás de mí, con ese ángulo no haya distinguido lo cerca que estábamos.

Le doy gracias al cielo porque cuando me doy la vuelta, agarro a Yael peleándose con algo dentro de su morral mientras sale del Galpón. No tiene la pinta de que vio algo con qué echarnos broma, porque de haber sido así ya lo estaría haciendo.

—Nos encontramos por coincidencia —contesto con más tranquilidad de la que siento.

Yael se desliza sobre la banca a mi lado, empujándome hacia Tomás y bueno, no me quejo.

—¿Me pueden explicar un problema? —Finalmente Yael saca el cuaderno, que por el espiral estirado se le había atascado con algo—. Tengo el presentimiento de que va a salir en el examen y llevo dos días sin poder resolverlo.

—Este...

Pero no termino la oración cuando Tomás contesta.

—¿Cuál es? —Y hecho el willimay, se desliza aún más cerca hacia mí y posa su brazo sobre el respaldo de la banca disque para acercarse a Yael.

«Okay, no me quejo tampoco». Respiro para mis adentros e inhalo su perfume. Sé que es una fragancia costosa y todo, pero no es por eso que hace que mi piel vibre. Es algo natural en la piel de Tomás.

La hora y tanto antes del examen pasa demasiado rápido conmigo ensaunchada entre ellos dos mientras repasamos para el examen, pero más explayada contra el costado de Tomás.

Para este hacía falta traer comida y bebida porque requiere un mínimo de cinco horas. Antes del examen no me sentía tan preocupada como por otros, no solo por la mini cita con Tomás, sino porque Elementos I es una materia que encaja más con mi cerebro que disparates como Mecanismos o Máquinas Eléctricas.

Excepto que, a las dos horas de examen, descubro que ese sentimiento de confianza solo fue un espejismo. Nada del examen tiene sentido. Es que si a una la tensión de un cable le da negativo, sabe que va al matadero. Llevo no sé cuanto tiempo borrando y volviendo a resolver el problema para llegar a exactamente el mismo resultado. El papel de la hoja está ya tan gastado que decido reemplazarla por una nueva.

En ese movimiento, veo el pánico en las caras de mis compañeros. Yael pareciera como que fuera a llorar. Javi delante de mi no para de rascarse la cabeza. Un poco más atrás de mí, Tomás tiene el ceño tan fruncido que le debe estar doliendo la cabeza. Alguien hacia el frente del salón se levanta y resulta ser Erika, que le va a preguntar algo a la profesora.

—Cero preguntas —anuncia la profesora antes de que Erika siquiera llegue a su escritorio.

Erika se devuelve a su puesto con un aire de derrota que siento en el alma.

Así pasan no cinco sino siete horas. Decido entregar el examen porque no sé qué más inventar, y mis amigos están haciendo lo mismo. Salimos hacia el pasillo como zombies que se comieron sus propios cerebros.

—Marico, ¿qué coño fue eso? —pregunta Yael al éter.

—Quiero llorar. —Pero en vez de llorar, Javi se queda como estupefacto.

Saco mi celular de mi morral y veo como diez llamadas perdidas de Salomón. De reojo, veo a Tomás chequear el suyo a unos pasos de distancia.

—Yo no sé ustedes, pero necesito algo que me anime —comenta Juliette.

—¡Vámonos a comer arepas en El Milagro! —exclama su novio.

Uno a uno, empiezan todos a volver a la vida.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now