Capítulo 39

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PASADO 37

Al regresar a casa del amanecer gaitero, tengo tanta energía en el cuerpo como una misma estrella. Mis papás están en la cocina haciendo el desayuno y los estrujo en un abrazo de grupo tan fuerte que uno de ellos tose.

—¿Y esto a qué se debe? —gruñe mi papá.

—Mi amor, parece como si hubierais pasado por un autolavado pero sin el carro. —Mi mamá se ríe—. ¿Por qué no te vais a bañar y luego nos volvéis a abrazar?

—'Ta bien. —Me balanceo un poco precariamente entre los tragos y la emoción—. Pero a lo que salga tengo que decirles algo importante. Espérenme con dos arepas con queso.

—Okay.

Rompo un nuevo récord con lo rápido que me ducho y me cambio a una franela ancha y los monos que usaba en Educación Física en el liceo. Salgo de mi cuarto sin peinarme el pelo, los nudos chorreando agua hacia mi ropa. Esto no puede esperar ni siquiera a eso.

—¿Ya Salomón salió al trabajo? —pregunto y me siento en la mesa. Inhalo el aroma del humeante guayoyo y tomo un trago tentativo. La temperatura está como me gusta y tomo otro poco.

—No sé, déjame mandarle un PIN —contesta mami a mi derecha.

A mi izquierda papi lee el periódico de donde trabaja Salomón. En primera plana las noticias son sobre política o sobre la inseguridad, eso de fifty-fifty. Seguro que con la trayectoria del país y todo lo que ha pasado desde hace un año, mis padres verán razón. ¿Cierto?

—Salmón todavía se está vistiendo para salir —confirma mami.

—Decile que venga, porfa.

Ambos me observan con sospecha.

Unos minutos después, Salomón entra con su propia llave. A esta hora ya Adriana debe estar en la escuela y Valeria, que seguro que fue la que la llevó hoy, ya debe estar en su nuevo consultorio. Mi hermano se sienta frente a mí en la mesa cuadrada donde compartimos cada comida los cuatro hasta que él se fue de la casa, solo unos pisos más abajo.

Ahí caigo en la cuenta de que esto no va a ser tan fácil. Incluso el prospecto de casarme con Tomás e irme a vivir con él en otro lado de la ciudad sería un golpe para mi familia que vive encima los unos de los otros.

Por un instante, con los tres pares de ojos clavados en mí, empiezan a rascar mi mente los dedillos de pánico. Puede que esta sea la conversación más difícil de mi vida, mucho más que la presentación de la tesis de la universidad. Pero ya he sobrevivido cosas mucho más duras. Ya entiendo que a veces la única arma que a uno le queda es la voz, y si dejo que el pánico me gane me quedo desarmada.

—Este... —Aprovecho para darle largas al asunto pegándole un mordisco a una arepa. Respiro profundo, todavía negociando con ese instinto de congelarme.

—Mija, ¿qué tapa sopa? —Salomón chequea su reloj—. No tengo toda la vida pa' mirarte atacar una inocente arepa.

Qué talento tiene para sacarme la piedra con solo abrir su boca. Y a la vez, qué talento tiene para desenrollarme la lengua.

—Tomás me propuso matrimonio. —Lo lanzo así como caiga.

Los tres gritan. Brinco en mi asiento.

—¡Al fin! —Mi mamá.

—¿Quién le dio permiso? —Mi papá.

—¿Dónde coño está el anillo? —Mi hermano.

—¡Auxilio! —La arepa. Le pego otro mordisco.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now