Capítulo 20

279 65 34
                                    

PASADO 19

Tomás gira a la izquierda y yo a la derecha. Ya no me importa si me topo con Erika. Las cuentas están claras y esa amistad se perdió. Todos estos meses estaba en negación, anidando una pequeña esperanza de poder al menos ser cordiales. Pero ya está claro que lo mejor que puedo hacer es ignorarla.

Doy pasos seguros hacia la cantina de Industrial. Desde el final del Pasillo General avisto a Javi enseguida, sentado en una de las mesas de plástico debajo de una mata de mango. Mis ojos están tan acostumbrados a buscarlo que no me cuesta.

Hay otra conversación difícil que debo tener. Y si de esta también salgo en lágrimas ahora tengo un buen pañuelo en el bolsillo.

Me siento en la silla opuesta a él y levanta la cara del libro de Programación que lo tenía absorto.

—¿Ya comiste?

—No, te estaba esperando. —Javi ladea la cabeza y entrecierra los ojos—. ¿Lloraste?

—Sí, como si me pagaran por eso. —No permito que su confusión abata y le agrego más todavía cuando digo—: Tenemos que hablar seriamente.

—Este... ¿esto es el tipo de conversación que se puede tener comiendo, o no?

—Yo creo que sí. En realidad la tripa me está haciendo malabares.

Ponemos pausa al asunto para comprarnos un tequeño mollejúo cada uno. Nos dividimos una papa con queso y él se compra aparte una mandoca. Guardo una botella de agua recién adquirida en mi morral y bajo la comida con una Uvita Hit. Todo muy nutritivo.

—Pues Erika no quizo hacer las paces conmigo —informo junto con que empecemos a comer.

—No tenía pinta. —Javi arruga su nariz.

—Pero si quiero hacer las paces con vos.

Se frena con su tequeño a medio camino entre el plato de cartón y su boca abierta en forma de «o». Baja el tequeño de nuevo al plato.

—Nosotros no estamos picaos el uno con la otra.

—No, pero tenéis que admitir que no estamos como antes. —Yo sí le pego un mordisco a mi tequeño y me doy mi buen postín comiendo—. O sea, ya no hablamos como antes. Siempre estamos como incómodos.

El pobre se dobla a la mitad de su altura normal. Casi puede comer directo de la mesa. Se yergue una vez más y sus ojos encuentran los míos.

—Es mi culpa —admite—. No sabía cómo actuar. Pensé que si seguíamos igual de cercanos te podías hacer alguna ilusión. Y a la vez quiero que sigamos siendo amigos porque...

—Porque somos amigos. Yo... —Aquí si pongo la comida a esperar—. A ver, mis mejores amigas de toda mi vida son mi prima y una vecina que es la hermana menor de mi cuñada. O sea, prácticamente son mi familia. Fuera de ellas en el liceo no hice amigos como tal.

—Miarma, ¿y por qué no?

—Muchas razones. —Pelo los dientes en esa expresión universal de incomodidad—. Siempre me la pasaba con la nariz en los libros, y eso no me hacía muy popular que digamos. Y mis papás se la pasan siempre tan ocupados con la tienda que no me llevaban a casa de los compañeros a jugar o estudiar.

—A mí me pasaba parecido —comparte de pronto—. Mis papás siempre están trabajando, entonces yo me la pasaba en la casa jugando videojuegos o estudiando.

Nerd.

—Te estáis viendo en un espejo.

Compartimos una sonrisa.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now