Capítulo 19

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PASADO 18

Ya somos niños grandes. Con el tercer semestre empezamos oficialmente el ciclo profesional y dejamos el básico atrás. También significa que tenemos nuestra primera clase en el Galpón de Mecánica, mientras el resto son en el Ala B que aunque se ve igualita que el Ala A, se siente diferente.

Javi y yo caminamos por el pasillo en el silencio con el que nos hemos entrenado a andar, y quizás también con algo de aturdimiento. Yo no sé si él opina igual, pero la clase de Cálculo III de esta mañana fue una de las vainas más sin sentido que he visto en mi vida, y eso es decir bastante cuando uno nace y se cría en un país como este. He agarrado la costumbre de empezar cada semestre preguntándome si lograré sobrevivirlo y esta vez es igual.

El pasillo está vacío. Algunos de los salones que pasamos también lo están. Otros están llenos de gente en clases. Dentro de una hora y media tenemos Estática en uno de estos. Antes de eso nos dirigimos a la cantina de Industrial a comer.

Cerca del final del pasillo y en dirección opuesta aparece nada más y nada menos que Erika Martínez.

Las dos nos frenamos en seco. Las gomas de Javi chillan contra el piso de granito cuando él pega un frenazo. Cualquiera cree que estamos en una película vaquera preparándonos para disparar primero.

Suspiro.

—Javi, te alcanzo en la cantina.

—¿Segura? —Frunce el ceño.

—No hace falta —dice Erika a la distancia—, no tengo nada que hablar contigo.

—Pues yo sí.

Los ojos de Javi viajan de la una a la otra. Erika se queda tiesa en su sitio en vez de irse como hubiera esperado. Supongo que la curiosidad la ancla a ese punto. Con un último gesto incierto, Javi sigue de largo hasta doblar a la derecha en el pasillo.

Solo en ese momento me muevo de nuevo hasta encontrarme con Erika frente a las puertas de dos salones de clases. Las luces dentro de cada uno están apagadas y se ven vacíos. A ella no parece importarle tomar ninguna precaución así que yo también tiro la mía a la borda.

—Escuché que Cintia se salió de la universidad.

—Sí, ¿y qué? —Erika encoge los hombros.

—Pues que era la única amiga que te quedaba, ¿no? —Abre la boca pero antes de que pueda rechistar yo ofrezco—: ¿Por qué no dejamos todo atrás y volvemos a ser amigas?

Y me espero.

Lo que le dije a Bárbara y Valentina es cierto, yo no soy como ellas. Me cuesta dejar las cosas ir y mucho más me cuesta dejar a la gente ir.

Durante el largo tiempo que ellas dos estuvieron peleadas yo hice lo que podía tras bastidores para ver si se contentaban. Si Valentina y yo coincidíamos en el ascensor, le buscaba algo de conversación para saber cómo estaba y tantear si podíamos contentarnos, luego no le decía a Bárbara. Esto de arreglarme con la gente lo aprendí después de tanto pleito con Salomón en la infancia.

El silencio se estira por tanto tiempo que no soporto más la incomodidad y hablo.

—Yo sé que las cosas no van a ser como antes pero al menos podemos ser civiles, ¿no?

—Es que yo no quiero ser civil con vos —espeta ella con repentino vitriol—. Me llamaste acosadora, mala amiga, me hiciste sentir como una loca y aparte te llevaste a todo el grupo como si la víctima fueras vos.

—Yo no hice nada de eso. Solo te dije que copiar el número de cédula de Tomás y así sacarle todo el horario de clase estaba mal. No es ético. Todo lo demás te lo hiciste vos solita.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now