Capítulo 29 (parte 2)

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PASADO 28 (parte 2)

Un ruido extraño sale de mi garganta y lo hace levantar la mirada. Entrecierra los ojos y me debato por un instante si lanzarme a la lluvia para que no se de cuenta de que fui yo la que chilló como si acabara de ver una celebridad. Pero en eso él se pone los lentes mojados y al verme se congela.

No sé si es por el silencio cada vez más tenso, pero la lluvia ruge con más fuerza.

—Este... parecéis un pollo remojado.

Eso es mentira. Parece un sueño que no sabía que tenía, hecho realidad.

—Sí, bueno... pensé que podía correr hasta el carro hasta que dejé de ver bien. —Aprieta los labios con gesto de incomodidad y se quita sus lentes. Hace ademán de secarlos con su franela y se da cuenta de la situación ahí. Luego descubre que sus jeans están igual.

—¿Y tu pañuelo?

—No está limpio. —Suspira y se vuelve a poner los lentes mojados.

No porque no pueda tener nada con él quiere decir que deba ser odiosa o grosera, y además siendo otra cuatro ojos le tengo empatía. Trazo el camino de regreso hasta plantarme frente a él.

—Dámelos.

Duda, y eso también lo entiendo. Sin lentes uno no funciona.

Intento no alegrarme demasiado cuando confía en mí y los deposita en mi mano. Yo no soy tan elegante como para tener pañuelos de tela planchados en mi persona, pero si tengo una bolsita de Kleenex a la mano. La saco de mi morral y con un papelito limpio sus lentes.

Cuando se los voy a entregar noto que está más cerca. Su pelo negro es más largo en la parte de arriba de su cabeza, y varios mechones se curvean sobre su frente con el peso del agua. Una gota se desliza por su cuello hacia su pecho y mis ojos traicioneros la siguen todo el camino hasta su meta.

El muy desgraciado hace ejercicio. Ya lo sabía. Pero en términos criollos, ahora está más kilúo.

Trago grueso y le devuelvo sus lentes, pero Tomás solo los sostiene en su mano.

—Si me miras así voy a hacerme ideas en la cabeza —dice con voz baja.

Me muero.

Que me trague la tierra.

Mejor aún, que se abra un agujero negro y me succione hacia otra galaxia.

Creo que mi cara tiene todos los colores de un semáforo. Intento aclararme la garganta y en vez de eso casi me ahogo. Logro dar un paso atrás, pero en realidad es un paso adelante, porque la distancia me ayuda a recobrar la cordura. ¿No me había prometido a mí misma que iba a agarrar el toro por los cuernos?

Pues es ahora o nunca.

—Yo no soy la que coquetea con otras cuando tiene novia.

Las cejas de Tomás despegan como aviones. Ahora sí se pone los lentes.

—¿Que yo qué?

—Yo te vi en el Doral. —Me cruzo de brazos pero esa explicación parece solo tener sentido para mí, así que la expando—: O sea, te vi salir del cine con una chama arreguindada tuyo. Y eso, pa' rematar, también teniendo a Andrea aparte.

—Ya va, ya va. —Su expresión es extraña, como si se quisiera reír o llorar. Levanta las manos en gesto de que haga una pausa—. ¿Yo con una chama en el Doral?

—Sí, no te hagáis el willimey.

Algún engrane empieza a rodar en su cerebro porque su expresión retorna a la neutralidad.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now