Capítulo 35

298 63 26
                                    

PASADO 34

Muchos piensan que Tomás y yo nos empatamos en la gira y así se van a quedar pensando porque no le debemos explicaciones a nadie. Al menos esto es lo que me repito en mi mente una y otra vez cada vez que alguien nos mira raro en la facultad. Como si Tomás se hubiera empatado con una patilla o yo que sé.

Lo bueno es que la atención del colectivo está dividida entre dos parejas. Porque otra sí es producto de la gira. Una noche de parrillada en la casa que alquilamos en Ciudad Guayana, conseguimos a Erika y Yael dándose un jamón tan épico detrás del bus, que si no los hubiéramos interrumpido hubieran terminado en pelotas en plena calle. Así que la gente habla más de ese episodio que de Tomás y yo.

Una tarde en la universidad me consigo a Erika mirando las notas de Generación de Potencias publicadas en una cartelera.

—¿Estás bien? —le pregunto.

Ella respinga del susto y cuando ve que soy yo, se le amarga la expresión. Aunque ya no contiene tanto veneno como antes.

—¿Por qué no estaría bien?

—Bueno, es que mucha gente anda hablando guebonadas...

—¿Y no te alegra que te saliste con la tuya?

—No, ni que esto haya sido un complot mío. —Sacudo la cabeza—. Solo quería saber si lo estabas llevando bien, nada más.

Me doy la vuelta.Veo la nota otro día.

—Gracias.

Me paro en seco. Erika pasa de largo como si no me hubiera dicho la primera palabra no hostil en años.

Unos días después, Tomás me pasa a buscar a mi casa temprano en la mañana para lo que él ha descrito como una cita épica, y al montarme en su carro le echo el cuento.

—¿Podéis creer eso?

—Sí. —Levanta los hombros mientras navega las calles de Maracaibo, llenas de carros incluso un sábado en la mañana—. Tres años son más que suficientes para superar a un chamo y todo ese drama.

—Yo nunca te superaría.

Se pone una mano sobre el pecho de forma exagerada y suelto una risita.

Hoy lleva una franela blanca de Nike, de una tela deportiva que se amolda muy bien a su cuerpo. ¿Irá a llover? Ojalá.

Como me dijo que me vistiera cómoda tal como para la universidad, llevo una franela sencilla verde, jeans ajustados y unas imitaciones de Converse. Recogí mi cabello en una media cola que con el potente aire acondicionado de su VolskWagen Bora no me da calor.

Calor me da la forma en que los músculos de su brazo saltan mientras maniobra el volante.

—Entonces, ¿cuál es el plan?

—Comer —responde sin más ni más. Intento indagar otro poco pero me cambia el tema.

Hablamos de que dónde vamos a hacer las pasantías el semestre que viene, el servicio comunitario y de la tesis. Decidimos que las pasantías las podríamos hacer juntos en algún lado. Él sugiere que en la empresa de su papá y yo lo convenzo de que vayamos a otro lado donde no pueda yo cagarla con los suegros. Me asegura de que sus padres están ansiosos de conocerme y de que sería incapaz de caerles mal. Yo le recuerdo que de vez en cuando me da por convertirme en una estatua viviente y Tomás le empieza a ver la gracia a la posibilidad de hacer las pasantías donde nadie nos conozca.

Sobre la tesis decidimos hacerla con otra gente. No tanto por las historias de amistades rotas por dramas durante la tesis, sino porque yo la quiero hacer sobre soldadura y él sobre diseño de mecanismos.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now