Capítulo 3

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PASADO 2

Siguen llegando chamos.

En mi mente, asesto a Salomón con una selección variada de insultos, cosa que es un poco complicada cuando compartimos madre. A la vez paso mis dedos entre las greñas enredadas que antes del ataque de mi hermano fueron una hermosa cabellera adornada con una serie de ganchitos que hacen juego a mi franela. Pero sin espejo no me los puedo poner en el orden que quería y el baño está bastante lejos, así que me los guardo en el bolsillo.

—Ya estás —afirma el segundo que llegó, con una sonrisa plácida—. Soy Javier Fernández, por cierto.

—¡Mucho gusto! Me llamo Dayana Rodríguez.

Me tiende la mano y cuando le doy la mía de regreso es cuando finalmente lo analizo bien. Es moreno como yo, de cabello muy ondulado y un poco largo. Hace como un halo al rededor de una cara risueña. Sus ojos oscuros centellean, como si se hubiera querido reír ante mi deplorable estado pero se contuvo porque todavía no nos conocemos bien. Yo reaccionaría exactamente igual si las circunstancias fueran al contrario. No como el otro odioso que no dijo nada y me iba a dejar pasar vergüenza todo el día.

De reojo veo que, aparte de otros cinco chamos que se han congregado en el pasillo, otros dos llegan y saludan directo al odioso. Ahí sí que él reacciona como una persona normal, a darse palmadas en la espalda con los otros. En eso llega la primera chama que he visto en todo este rato pero mi emoción de saludarla se apaga cuando ella me pasa de largo y se abraza con el odioso como si fuera un oso koala. Obviamente todos se conocen, lo que muestra que ese chamo es un ser social excepto conmigo.

Arrugo la nariz un instante y decido olvidarme de que la última media hora de mi vida ha ocurrido. Vuelvo mi atención hacia Javier.

—Por cierto, gracias por no dejarme hacer el ridículo. —Mi voz quizás fue más alta de lo que pensaba, porque el odioso voltea hacia mí. Yo clavo mis ojos en Javier.

—A la orden, pero eventualmente me vais a tener que devolver el favor. —Sus hombros tiemblan con una risilla baja—. Soy un desastre en patas.

—Seremos dos así que no sé qué tanto te lo pueda devolver —contesto con una risa.

—Hola —llega una tercera vos, esta vez femenina. Una chama nueva se planta al lado de Javier y yo, pasándose dos mechones de su cabello detrás de las orejas. Su expresión es un poco tímida pero sonríe como con entusiasmo. En seguida le tiendo la mano y me presento, y ella dice—: Mi nombre es Erika Martínez, sin acento sobre la e.

—Mucho gusto, Erika sin acento. —Javier le da la mano también y en eso se abre la puerta del salón de clases.

Mi pulso da un respingo mientras empiezan a salir los estudiantes, el profesor mezclado entre ellos. No sé si sea el mismo que nos corresponda a nosotros, pero el hecho de que pronto entraré en mi primer salón de clases universitario me tiene nerviosa.

Cuando se despeja la entrada, nosotros tres somos los más cercanos así que tenemos la elección de los mejores puestos. Como si tuviéramos un solo cerebro, nos dirigimos hacia la esquina opuesta a la puerta, al fondo y al lado de la ventana. Los tres nos sonreímos entre nosotros.

«Bueh, por lo menos ya no me siento sola», pienso para mis adentros.

—¿De qué colegio vienen? —Erika, que se sentó delante de mí, se da la vuelta para cuchichear.

Javier viene de un colegio privado de los sencillos, como ver el de donde estudió mi prima. Erika también, pero el de ella en La Cañada de Urdaneta en vez de en Maracaibo. Yo les cuento que vengo de un liceo público de los mejorcitos. Lo que no les cuento es que fui la mejor estudiante, no solo de mi clase, sino de las cuatro secciones de mi año. No sé qué signifique ese logro para gente que viene de colegios privados.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now