Capítulo 13

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PASADO 12

Cerca de la entrada a la facultad hay una pequeña plaza con pizarras y bancas de concreto donde los estudiantes pueden darse clases magistrales los unos a los otros. Javi y yo nos aposentamos en una de esas pizarras para ver si desciframos el fabuloso mundo de los límites. A apenas una semana de haber comenzado el segundo semestre, el hecho de que estamos batallando no tiene buena pinta.

—Ya va —dice Javi de pronto frenándose justo antes de terminar el problema—, esto no me cuadra.

—A mi la verdad no me cuadra nada. Es más, en este momento no me cuadra ni siquiera el hecho de que sigo aquí. ¿Será que me debí haber pasado a Industrial?

Javi me lanza una mirada jocosa que rápidamente se vuelve a tornar hacia la desesperación.

—Me refiero a que la respuesta dice que el límite debe tender a infinito y me dio ocho. —Hace un paso para atrás para observar todas las ecuaciones de nuevo.

Yo me levanto de la banca y me uno a su lado. Intento concentrarme en los números en la pizarra anotados con la tiza que Javi trajo de su casa, pero el roce accidental de nuestros brazos me apaga el cerebro por un momento.

Tengo que sacudirme la cabeza furiosamente para que mi cerebro se reacomode. Lo que importa son los números, no los machos. Incluso aunque la piel de los machos sea suave, cálida y huela a jabón Dove. ¿Y cómo sé que es jabón Dove? Porque uso exactamente el mismo, y mis neuronas están trabajando sobre capacidad para no ver eso como una señal de que estamos destinados a estar juntos.

—No consigo el error —musita Javi y ahí sí me obligo a hacer un esfuerzo.

—Ah, ya lo conseguí —suelto justo antes de que iba a concordar con él. Cerca del principio de la ecuación señalo un menos que debió ser un más.

—Ahh, mierda. —El pobre se pasa una mano por su cabellera ondulada en frustración—. ¿Sólo con ese error y ya se fue todo al caño?

—Moraleja —recito como si estuviera leyendo de un texto—, camarón que se duerme raspa la materia.

Eso lo hace reírse tanto que le salen lágrimas de los ojos. Tiene una risa de esas alegres pero melodiosas. A diferencia de otra gente, dígase: yo, que suenan como un cochinito con rinitis.

—Qué lástima que nos tocaron clases diferentes. —Javi suspira y mi corazón da un respingo.

—Bueno, pero igual estudiamos juntos. —Lo codeo y sonrío. Sus labios se estrechan en una lenta sonrisa y los abre para decir algo, pero en eso mi celular revienta con el principio de Rakata que puse como repique.

—Tremenda elección. —Javi enarca una ceja.

—Es que rakata es lo que nos hacen en los exámenes, me pareció apto. —Mientras él se desternilla de la risa otra vez atiendo la llamada—. ¿Aló?

—Mija, ¿dónde estáis? —La vos de Erika suena como si hubiera acabado de correr un maratón.

—Buenos días a vos también. Estoy en las pizarras con Javi.

—Venite al salón yaaaa.

—¿Pero for why? —Pongo vos de malcriada—. O sea, ¿por quéééé debería ir a propósito a pasar más tiempo en el salón de clase?

—Por mí, porque me váis a salvar la vida.

—¿Es drama o es en serio?

—Es en serio. Venite ya. —Tranca el teléfono, y como no tengo mucho saldo no la puedo llamar de regreso para indagar.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now