Capítulo 15

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PASADO 14

Por primera vez en mi carrera estudiantil, y estoy hablando desde que estaba en el kindergarten, he raspado un examen. Reprobado. No pasado. Fallado. Como lo queramos llamar. En vez de sacar el diez mínimo con el que se aprueba, saqué cero nueve en el primer parcial de Física I.

Mis manos tiemblan cuando veo la nota en la hoja de papel. Por si el cero nueve gigante no eran suficiente indicativo de cuánto la cagué en este examen, el profesor dibujó equis sobre cada error que cometí. No sé cómo logré caminar desde el frente del salón hasta mi pupitre en el polo opuesto sin que me diera una verga en frente a todo el mundo.

—¿Cómo saliste? —pregunta Javi con la sonrisa serena que reside perennemente en su cara.

Se me agúan los ojos porque si le digo cuánto saqué esa sonrisa se va a caer así sea por unos minutos. Así que sin contestar me siento en mi pupitre y agacho la cabeza.

—¿Daya? —Lo siento darme una palmada en la espalda, porque está sentado detrás de mí, pero creo que entiende que necesito un momento porque me deja quieta.

Mientras el profesor sigue llamando nombres y repartiendo exámenes, apoyo mi frente sobre mis brazos cruzados sobre el escritorio del pupitre y me obligo a respirar profundo. Todavía distingo el olor de la tinta del bolígrafo del profesor emanando de la hoja. Quiero llorar y patalear, pero no voy a hacer eso en pleno salón de clase donde un montón de gente me pueda estar mirando.

Con una bocanada de aire profunda, levanto la cabeza y me dispongo a doblar el examen con parsimonia. Lo guardo entre las hojas de mi cuaderno y estiro la espina como si no hubiera pasado nada.

Dos filas a mi izquierda y unos puestos más adelante, Erika se voltea a mirarme como inquisitiva, y no del tipo «¿estás bien?» sino con dureza.

A los pocos días de nuestro pleito en la primera clase de ping pong, empezó a andar para arriba y para abajo con Cintia León, una chama que en el primer semestre estaba en la segunda sección. Cada vez que estoy cerca de ellas, se ponen a reírse y echarse chistecitos como si quisieran restregarme que son las mejores amiguis ahora. Obviamente, ahora que hacemos contacto visual, Erika le cuchichea algo a Cintia que la hace desternillarse. Las dos me miran y pareciera como si la broma hubiera sido yo.

No lo niego, se me retuerce el corazón aún más de lo que ya lo tenía. Varias veces he intentado hacer las paces con Erika y siempre me saca el cuerpo. Jamás me hubiera imaginado que íbamos a terminar así, o que me podría sentir más incómoda con alguien que no fuera Andrea Vélez.

Pero al menos sigo teniendo a Javi.

Y también a Yael y los otros. Hemos formado un grupo bastante grande tanto de estudio como de juerga. De hecho, no deben haber salido tan mal como yo en el examen porque a lo que termina la clase lo que quieren es precisamente juerga.

—¿Quién se apunta a rumba mañana? —exclama Yael en pleno pasillo. Varias manos se levantan de golpe acompañadas con un eco de «yo».

Dimas, Juliette, Teófilo y otros se apuntan. Entre esos Javi, y aunque tengo cero ganas de parranda me lo pienso. Pero en eso veo que Anderson también se anota y se me quitan las ganas.

—Daya, ¿y vos? —Yael me codea con entusiasmo que no puedo devolver.

—No sé, no tengo muchas ganas. —Y para darle peso al argumento añado—: Además no somos mayores de edad.

—Miarma claro que sí. Tenemos dieciocho. Lo que no pueden es vendernos alcohol —explica Dimas como si estuviera ayudando.

—Vai, apúntate.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now