Capítulo 25

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PASADO 24

El almuerzo es pizza con todos los toppings habidos y por haber. La pila de cajas de pizza vegetariana no baja, porque es la menos popular, con lo que convenzo a una chama de la gente de protocolo que me de una caja completa. Luego me siento en el piso junto con los demás de mi universidad a comer como si no hubiera mañana.

La siguiente ponencia está relacionada a cosas de mecatrónica que no me interesan mucho, así que con la barriga llena y el corazón contento se me ocurre un plan diferente.

—¿Quién quiere ir conmigo a explorar por ahí?

—¡Yo! —suenan las voces de prácticamente todo el grupo.

Nos dividimos en grupos más pequeños. Unos van directamente a los jardines centrales que parecen una vaina sacada de una revista extranjera. El lujoso verdor de tanta grama perfectamente manicurada me hace reír. En LUZ, los jardines como tal son matas de mango o cujíes en lechos de arena rojiza.

Lo peor es cuando paseamos por los edificios donde dan las clases y los laboratorios. Pasamos afuera de una laboratorio repleto de computadoras que seguro no corren vejestorios como Basic.

—Yo no sé ustedes pero ya me fastidié de sentir tanta envidia —comenta Yael en tono ligero—. Vámonos a tomarnos fotos nosotros o algo.

Nos regresamos a los jardines a payasear. Yael hace una pose como si fuera un modelo profesional luciendo un conjunto de marca, aunque lo que tiene es un sweater sin marca y unos jeans que han visto mejores días. Le tomo una foto con mi cámara a la antigua, de las de rollo. Ya veremos si sale bien o no.

Poso para una con Juliette y una chama que se llama Usnavy Morales. Sonreímos de oreja a oreja para la cámara y Javi nos toma la foto. Intercambiamos puesto y Usnavy nos toma una donde salimos Juliette, Dimas, Javi, Yael y yo. Luego le pido que me tome una sola con Javi.

No soy fotógrafa ni tengo más que el un rollo que está en la cámara, así que me planteo dejar las demás fotos para después. Pero en eso mis ojos son atraídos como imanes hacia una figura solitaria, y avisto a Tomás sentado sobre una jardinera con la mirada perdida hacia un lado. No sé si es su quijada que puede cortar acero que me recuerda como se sintió contra mi mano anoche, pero no me lo pienso mucho y le saco una foto.

—Te vi.

Me hago la que no ha oído nada y jurungueo la cámara.

—¿Te gusta el Arriaga?

—¿Qué habláis, Anderson? —Pongo cara de fastidio, aunque por dentro siento el fuego de la vergüenza.

Anderson está al lado mío, con sus manos metidas en los bolsillos de sus jeans. Su cabeza está ladeada para observarme desde un ángulo superior.

—O sino, ¿qué? ¿Te gusta tomarle fotos a chamos al azar?

—Sí, me encanta la fotografía natural. —Sin advertencia, le tomo una foto en ese instante y lo agarro a medio camino de esbozar su sonrisa malasangrosa que me saca de quicio—. ¿Veis?

Frunce el ceño.

—Si me hubieras avisado te hubiera puesto una pose que te enamoraría.

—Guácala. —Giro ciento ochenta grados y me alejo. Eso no pasaría ni con que se quitara la camisa y revelara más músculos que los de Enzo Vivi, el modelo profesional.

Después de un rato más de manguareo regresamos al auditorio a escuchar el resto de las ponencias del día. Hay una sobre energías renovables que me hace explotar las cotufas, porque no tenía ni idea de que se podía sacar energía eléctrica del sol o del viento. Con todo el sol que hace en Maracaibo debiéramos estar aprovechando eso.

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now