Capítulo 17

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PASADO 16

Las cosas volvieron a la normalidad desde la semana después de la rumba. Sigo detestando a Anderson. Tomás sigue sin dar los buenos días o buenas tardes. Y Javi y yo seguimos como si nada.

Bueno, lo que sí cambió fue que de esa rumba emergió la primera pareja Made in LUZ: Juliette y Dimas. Juliette me contó que después de una buena perreadita con Dimas una cosa pasó a la otra y después de unos besos detrás de una de las matas del club nocturno, decidieron que querían ver hasta donde podía llegar aquello. No los culpo porque cuando uno está bailando con alguien la razón puede hacer sus maletas e irse a otra cabeza.

Lamentablemente normalidad involucra volver a afrontar las clases y los estudios.

El segundo semestre es más caótico que el primero. Aunque todavía es parte del ciclo básico y todos los estudiantes de las diferentes escuelas de Ingeniería ven las mismas materias, en el segundo semestre los profesores empiezan a seguir su propio ritmo. Así vemos cosas como que el segundo parcial de una materia es un mes después del primero, en otra materia el segundo y tercer parcial van a estar espaciados solo una semana hacia el final de semestre, en la otra solo hay dos parciales y un recuperativo, y así. Es difícil mantener los cronogramas en orden, asistir a las clases, entender, y luego poder estudiar sin perder la cordura.

El siguiente parcial, el que es tan solo en un mes, resulta ser el de Física I. Aunque muchos de mis amigos salieron mejor que yo, todos están igualmente preocupados. Una tarde después de clase decidimos irnos a la casa de Javi a estudiar hasta que el cuerpo aguante.

En el carro de Dimas nos atapuzamos seis personas en total: él, por su puesto, Juliette, obvio, Yael, Erika, Javi y yo.

Ah, sí. Porque para ayudarla a salir bien sí somos sus amigos.

En el carro de un chamo llamado Maikol Galán van otros cinco más, incluida Cintia. Así que ésta sesión de estudio puede que resulte más agotadora de lo normal.

—Marico, espero que tu casa sea grande —comenta Dimas al volante durante el camino.

—Más que eso, espero que tengáis comida porque tengo hambre —contrapuntea Yael de entre el meollo de piernas y brazos que somos los que vamos atrás. Detrás o al lado mío, depende de cómo se vea, Javi se ríe.

Unos minutos después corroboramos que la casa de Javi nos mete a todos con creces. Es de esas en un circuito cerrado en Fuerzas Armadas, con enormes portones que de jaiba dejan pasar a los pájaros. La casa como tal es grande y como al estilo de las casas gringas que se ven en televisión, y es de dos pisos.

—Maricoooo —es lo único que logra balbucear Yael al entrar.

—No nos habías dicho que tenías plata. —La acusación sale suave cuando Dimas codea a Javi con su típico amiguerismo.

—Es porque no tengo, es de mis papás. —Javi pela los dientes como un niño que ha sido descubierto en una travesura.

No sé cómo alguien que vive tan bien necesita montarse en el Ruta 6. No me hago ilusiones de que sea por mí, porque el primer día que coincidimos en el bus el ya era transeúnte de costumbre. Me espero a que estemos sentados en la mesa del comedor lado a lado para preguntarle.

—Es que no me gusta manejar —responde—. Manejar aquí es como sobrevivir un intento de asesinato tras otro.

—De pana. —Asiento.

Sacamos libros, cuadernos, calculadoras, y nos ponemos manos a la obra. Las siguientes conversaciones son todas relacionadas a velocidades, aceleraciones y fuerzas, que si las de gravedad o las centrípetas, pero también las centrífugas. A alguien le da el primer ejercicio al instante. Otro lo tiene que repetir exactamente siete veces hasta dar con el clavo. ¿Y son ideas mías o cada ejercicio se hace cada vez más largo?

Con la maleta llena de sueños (Nostalgia #2)Where stories live. Discover now