Capítulo treinta y tres | VO

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El hombre aguardaba recostado del auto negro mientras le daba otra calada a su cigarrillo. Se percató del escándalo de los tacones y supo que ella había llegado.

―¿Trajiste lo que te pedí? ―le preguntó a la mujer.

―Si con eso te refieres a tu boleto hacia la morgue, sí, lo traje ―le respondió con un notable acento italiano.

La mujer le entrega un grueso sobre.

―Tu chica vive en una de las villas de London Dry con sus padres y sus hermanos. También una chica, Zowie Cowell, y su novio. Por supuesto, el Príncipe vive allí también.

El hombre hojeó la misma información en los papeles dentro del sobre.

―¿Tuviste problemas para sacar esta información de la oficina de tu hermano?

―No estaba en casa.

―No sé porqué presiento que supo donde estaría el Príncipe y su novia esta noche.

―Supongo que en el mismo lugar que tú.

―Lo que a tu hermano concierne, aún no estoy en Westminster.

―¿Cuánto crees que se tarde en darse cuenta de que no es así?

―No te preocupes por los detalles, Emilia. El hombre solo quiere muerto a Anna. Como lo haga no le importa.

―Te matará si se entera de lo que estás haciendo, Carter.

Él le regala una amplia sonrisa.

―Tienes que confiar en mí, mujer.

Se inclinó hacia ella para besarla en los labios.

―Regresa a casa antes de que note que has salido.

Volvió a besarle los labios antes de introducirse en el auto y marcharse.

―Anna, por el amor a Dios, mira hacia el techo ―la regañó Zowie, con el delineador en la mano―. ¿Por qué lo haces todo tan difícil?

Ella la ignoró por un momento, con una sonrisa boba actuando como respuesta. Los ojos verdes estaban instalados en el anillo.

―Solo déjala unos minutos, Zo ―intervino Alice desde un rincón―. No recibes un anillo de compromiso todos los días.

―En quince minutos presentarán a la familia real. Charles quiere bajar con ella del brazo. Debo dejarla lista.

―Bueno, es cierto.

Anna puso los ojos en blanco, divertida.

―Está bien, estoy lista.

―No estás cerca de estar limpia ―entrecerró los ojos un momento―. Quise decir lista, pero limpia también aplica. No te muevas.

Tomó la toallita húmeda para limpiar el resto del delineador.

―Ahora sí es en serio, rubia teñida. Quieta.

―Quietecita, quietecita.

Alice se instaló cerca del espejo.

―¿Sabes que él escogió la canción? Fue muy gracioso, porque nos pidió que la cantáramos después de estar media hora pidiéndole tu mano a papá.

Anna quiso desviar los ojos hacia ella, pero Zowie la mataría.

―¿Cuándo lo hizo? ―preguntó lentamente para moverse lo menos posible―. ¿Cómo pudo planear esto estando bajo el mismo techo y sin que yo me enterara?

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now