Capítulo 29 | Borrador SP

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No creyó que entre todos los expedientes que dejó Gray encontrara el suyo, y leer su nombre le creó un aterrador nudo en la garganta

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No creyó que entre todos los expedientes que dejó Gray encontrara el suyo, y leer su nombre le creó un aterrador nudo en la garganta. Sostenerlo en sus manos resultó más duro de lo que alguna vez imaginó. Con los dedos temblorosos, depositó el expediente sobre la mesa y lo abrió. Parpadeó una serie de veces mientras leía la declaración de los cargos que años atrás la habían enviado a la cárcel. El recuerdo le sacudió las entrañas.

La sala seis olía a cenizas y a infierno. Sentada en la butaca de los acusados, con las manos cruzadas sobre la superficie de madera, Anna observó a Carter en el podio de los testigos. Nunca antes lo había visto vestido tan formal, con el traje gris oscuro y la corbata negra, como si estuviese arreglado para un funeral. Las manos le descansaban sobre los muslos. Podía ver cómo se tronaba los dedos, un gesto que hacía cuando estaba nervioso.

Y ella estaba a solo pasos de él, con el dolor aún en su cuerpo por los golpes del accidente y un par de bolsas negras rodeándole los ojos, un claro indicio de su agotamiento físico y emocional.

El abogado de la parte acusatoria la apuntó con el dedo mientras realizaba la última pregunta.

―Dijo que la acusada estaba sentada en el asiento del conductor.

Carter evitó mirarla. Se concentró únicamente en el abogado.

―Es cierto ―respondió.

―También dijo que la acusada participaría en la carrera clandestina, ¿no es así?

―Sí.

Anna cerró ambas manos en puños, se mordió los labios para evitar gritar y apartó la mirada de él. Un par de lágrimas cayeron sobre la superficie de madera.

El abogado sonrió ampliamente, exponiendo la dentadura de demonio.

―Ha quedado más que estipulado en cada evidencia presentada en esta corte que la acusada Anna Mary Mawson conducía el vehículo que impactó a la hija de mis clientes, una joven que estuvo allí por un simple error. Ahora, esa niña se debate entre la vida y la muerte.

Sintió ganas de vomitar. La angustia, el dolor y la desesperación le presionaban el pecho. Creyó que en cualquier momento moriría.

Observó a su madre por encima del hombro, sentada tras ella, tan cerca y tan lejos. Tenía los labios convertidos en una línea y los ojos vacilantes entre una mirada de tristeza y una de rabia.

Dio un salto en el asiento cuando escuchó la voz del Juez Morgan.

―El jurado decidirá el tiempo que necesite para dictar un veredicto.

El hombre trajeado de la esquina se puso en pie, acomodándose los botones de su chaqueta.

―Su Señoría, el jurado no necesita tomar un receso para dictar dicho veredicto.

―Muy bien ―dijo el juez―. Que la acusada se ponga en pie.

El pánico se apoderó de ella y no pudo hacer otra cosa más que aferrarse a la mesa con desesperación. Comenzó a hiperventilar, a sudar, a temblar.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now