Capítulo 7 | VP

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Con la agenda sobre los muslos, Anna revisó la extensa lista de actividades para la siguiente semana

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Con la agenda sobre los muslos, Anna revisó la extensa lista de actividades para la siguiente semana. La primera del mes no pasó de un par de asistencias aquí y allá en eventos menores. Llegaba hora y media antes de que su jornada iniciara para obligarlo a ponerse en pie temprano. No era difícil despertarlo. Lo difícil era que lo hiciera con buen humor.

―¿Desayuno con quién? ―indagó desde el baño.

Anna se esforzó cuanto pudo por no mirar a través de la puerta entreabierta.

―Los reyes de Dinamarca ―respondió.

Hizo un círculo alrededor de los nombres. Aleksander y Lauren de la Casa Lauridsen.

―Desayuno familiar ―afirmó él―. Es más un desayuno familiar que una visita de estado. Somos familiares lejanos. Mi bisabuela paterna era hermana de su bisabuelo paterno.

Cuando la puerta se abrió, Anna traicionó su fuerza de voluntad y volteó hacia él. Ajustó mal los últimos dos botones de su camisa, así que tuvo que deshacerse del trabajo ya hecho y volver a comenzar. Tuvo un vistazo efímero del abdomen marcado y la pronunciada uve, como una flecha que marcaba el camino. Anna quiso aventurarse, porque sí lo valía; una rápida mirada a las puertas del infierno donde toda mujer quisiera quemarse. Los pantalones de lino ajustado de un traje a la medida marcaban siete puntos diferentes del pecado, desde el entalle muy leve de la cintura hasta la turbulenta opresión de su...

―Si la ropa te estorba, puedo quitármela.

Anna le montó mala cara para disimular, pero se vio tentada en aceptar su ofrecimiento.

―Me cercioro de que estés bien vestido ―le dijo, después le mostró la agenda―. Tu vestimenta casual es una de esas cosas que debemos corregirte.

―He hecho cada cosa que me has dicho en estas últimas dos semanas. Te tomas muy en serio el trabajo que te dio mi padre.

―Tranquilo, labrador.

Charles tomó la chaqueta de la cama al tiempo que la reprendía con la mirada.

―Sigues tentando a tu suerte.

Con una sonrisa de burla, Anna presionó la agenda cerrada contra su vientre mientras se ponía en pie.

―Puedo hacer lo que me plazca. Tu padre me dio inmunidad real ―le ajustó la chaqueta mal puesta por el desinterés―. Supongo que no se te pasó por la cabeza que después de lo ocurrido te tendría medida la agenda.

Él sonrió sin humor.

―No por mucho.

―En eso tienes razón, pero de momento tendrás que soportarme ―le dio un empujón en el hombro al apartársele.

Charles hizo cuenta de cuantos de esos momentos habían compartido en las últimas dos semanas, donde ella hacía comentarios para sacarlo de quicio y acababa la discusión con un empujón juguetón, como instándolo a seguirle el ritmo. Era un verdadero peligro andante: una boca floja respaldada por su padre. Ahora, si se sentía en el derecho de reprenderlo, lo hacía, sacando siempre su arma más poderosa. Habría querido decir que su innegable arte de coquetería natural ―porque le perdonaría hasta una puñalada en el pecho si en alguna ocasión le devolviese el mismo interés que él en seducirla ―, pero por desgracia se trataba de la inmunidad real.

Un príncipe en apuros (PARTE 1 Y 2) - SLC | YA EN LIBRERÍASWhere stories live. Discover now