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[Raquel]

El fin de semana pasó bastante rápido pero después de regresar a casa el domingo aquello había cambiado. Abrí la puerta con cuidado, era aún muy temprano y en mis condiciones no quería llamar la atención, subí las escaleras lentamente y al llegar a mi cuarto escuché cómo el teléfono de casa sonaba, a todo volumen, un asqueroso sonido retumbando por toda la casa, una puerta se abrió y los pasos indicando que estaba bajando las escaleras fueron lo que seguido escuché, la voz de mi madre sonaba apenas por la distancia, tuve el tiempo para sacar las molestias que tenía de zapatos, solté un quejido de alivio al sentir el dolor de mis pies disminuyendo, la voz de mi madre se había detenido, había un silencio rotundo en aquel lugar, uno. dos. tres.

Sus rápidos pasos subieron las escaleras, las voces de ambos comenzaron a subir el volumen hasta convertirse en una discusión de gritos y malos tratos, me sobresalte cuando golpearon a mi puerta, corrí rápido a abrirla, la imagen era bastante penosa. – ¿Que ocurre? – Pregunte, mi padre hizo una mueca marcada y mi madre entró a mi cuarto dándome un leve empujón, miré unos segundos a mi padre y volteé a ver a mi madre, su rostro mostraba enojo y aún no sabía porque, pensé que tal vez la hora en la que llegué no era la debida, quizás los desperté, en mi inocente pensamiento.

– Habla Mariví – Dijo mi padre a mis espaldas. – ¿Recuerdas la llamada anónima que recibí hace unos días? – Pregunto sarcástica Mariví, era obvio que la recordaba, no podía sacarla de mi cabeza. – Volvió a llamar – Dijo seria y dejando suspenso en mi ser, me limité a preguntar que había dicho, ella siguió hablando. – Es simplemente increíble, superaste un límite, Raquel – Me miró, subiendo su tono de voz y haciendo que la intriga creciera. – ¡¿Quieres saber que dijo?! – Pregunto perdiendo la calma por completo, asentí. – Ese tal "B" dijo que estabas saliendo con una mujer – Solto – ¿Puedes creerlo?, ¡Con una mujer! – Dijo mirando a mi padre, no tenía palabras, simplemente mi expresión lo decía todo, tenía miedo y un miedo combinado con angustia. – ¿No dirás nada?, pues yo si – Dijo acercándose – Espero que sea mentira todo esto – Me apunto con su índice – Y si es verdad, la buscaré y la encontraré, Raquel, lo juro por Dios – Dijo dando un leve golpe en mi frente con su dedo, trague saliva aterrorizada. – ¿Que harás? – Pregunte entrecortada y en un tono bajo, su expresión cayó y lo último que vi de pie fue su ceño fruncido, su mano atravesó mi mejilla con una fuerza totalmente fuera de lo normal, solté un quejido. – Ni siquiera tengo que decírtelo – Dijo cuando se iba acercar de nuevo mi padre la detuvo, tomándola del brazo y atrayendola a él, ambos me miraron. – Raquel Murillo, termina con esto de una puta vez – Dijo antes de salir de mi cuarto. Me dejé caer al suelo con un grave dolor en mi mejilla, esta comenzaba a arder, la humedad en mis ojos se hacía presente y las lágrimas comenzaban a caer. ¿Por qué esto era tan difícil?.

¿Tendría que tomar esa decisión?.

La semana había comenzado nuevamente, fue tan difícil dormir anoche que mi espalda dolía al igual que mi cabeza, mi ojos estaban considerablemente hinchados, la mejilla ya era lo de menos aunque no me podía engañar, dolía y mucho.

– No puede ser Alberto, no creo que sea tan enfermo – Dijo Mónica, mi mirada estaba perdida en un vacío, eran todos los pensamientos que pasaban por mi cabeza. – Pero no va a pasar nada – Dijo tomando mi mano, la miré con una leve sonrisa, no pude y tampoco quise decirle algo, la clase empezó, las primeras tres clases fueron bastante pasajeras, sólo que necesitaba un descanso y este era el almuerzo. Salimos del salón en camino a la cafetería, ellos hablaban entre sí y es que en verdad yo no quería hablar, simplemente no tenía la suficiente energía para eso, cuando el almuerzo estaba en nuestra mesa dudé en comerlo, tampoco tenía apetito.

Y cuando menos lo quería su presencia formo parte de la cafetería, Alicia atravesaba la puerta de esta con una sonrisa inmensa, solté un suspiro y baje la mirada a mi plato de comida, jugué un poco con este mientras de fondo escuchaba como la cafetería se iba llenando poco a poco, ademas de la conversación entre Monica y Ángel que estaba llena de risas, de verdad que tenía ganas de estar así. Levante la mirada y Alicia estaba ahí mirándome con su característica tranquilidad, como si nada malo fuera a ocurrir, hice una mueca, su expresión cambio, palmeo su muslo un par de veces y salio de cafetería. ¿Quería que la siguiera?. Cómo sea igual lo hice, levantándome de mi asiento y sin dar ninguna explicación irme, seguí sus pasos de tacón hasta llegar al baño, se detuvo en la puerta de este y me miro fijamente dejándome pasar, cerro la puerta con seguro y se dio la vuelta, sentía su mirada tan pesada o eso me hacia creer mi cabeza, sus pasos se acercaron y un suspiro salió de su boca. – El lo sabe – Solte mirandola, abrio los ojos. – Alberto lo sabe – Dije acercandome, Alicia nego con la cabeza. – ¿Te lo dijo? – Pregunto apoyandose en el lavabo, asentí. – Lo insinuo, entre otras cosas ‐ Dije y Alicia volvio a mirarme. – ¿Entre otras cosas?, Raquel, ¿Te hizo algo? – Pregunto comenzando a preocuparse, cerré mis ojos con la cabeza baja. – Eso no es lo importante – Dije, Alicia se acercó y tomó mi rostro entre sus cálidas manos, quería abrazarla y nunca más soltarla pero no podía, algo lo impedía y tenía que solucionarlo. – Raquel, si el te hizo algo es importante – Dijo Alicia con una suave voz, tal vez iba a decir otra cosa similar a la anterior pero la detuve. – Deberíamos alejarnos – Solté con un ligero pesar en la garganta que poco a poco se iba haciendo más grande por retener las lágrimas que querían salir, Alicia perdió el color si es que eso era posible por lo pálida que ya es, bajo sus manos a mis hombros, escuchaba su calmada respiración. – Tal vez un tiempo, para pasar desapercibidas – Con una voz quebradiza, deje claro que no me quería separar de ella, era lo que menos quería en el mundo pero la situación ameritaba este pésimo momento, había pasado un minuto desde que yo dije la última palabra y Alicia no había dicho nada, su boca estaba sellada, tome su mano que aún seguía en mi hombro y la acaricie. – Ali... – Me miró perdida y asintió. – No quiero hacer esto – Dije. – Menos yo – Dijo Alicia en un tono bajo, mordí mi labio con fuerza evitando llorar desconsoladamente. – Será un tiempo sólo, ¿así es? – Pregunto, asentí rápido y me acerqué para capturar por última vez en mucho tiempo su olor, su maravillosa esencia, ni siquiera me di cuenta y me apegue a ella completamente. – Todo estará bien – Dijo en un susurro cerca de mi oído, rodee mis brazos a su cintura, mientras ella daba leves caricias a mi espalda, caricias que no hacían nada más que hacerme llorar pero no podía. Me separé mirándola detenidamente, podía jurar que ella estaba igual o peor que yo, me acerqué y dejé un corto beso en su mejilla para luego abrir la puerta y tan sólo irme, cada paso que daba era una lágrima que estaba apunto de salir, no podía más con este nudo en la garganta, mi pecho estaba débil y adolorido al igual que mi consciencia por aquello que acababa de hacer.

A Punta de Espada//Ralicia Where stories live. Discover now