15. Necesita tener buena suerte

12.5K 1.6K 1.2K
                                    

Los planes de último momento siempre me estresan, pero son la especialidad de Sebastián. A él no le agrada coordinar con antelación o escoger un día en particular. Él tan solo nos envía un mensaje del estilo: "Centro comercial. En una hora, frente al cine" o "Casa de Azul, apenas termines de almorzar". No explica cuál es el motivo de la reunión, cuánto durará ni nada. Tampoco pregunta si estamos disponibles o si nos parece una buena idea. Sus avisos se sienten como una orden que debemos cumplir, y jamás lo hemos cuestionado.

—¿Por qué demonios no nos avisó antes? Muero de hambre —me quejo.

Noah se encoje de hombros.

—¿Y por qué ahora no me responde cuando le pregunto por qué quiere reunirse allí?

—Debe estar conduciendo —supone mi novio—. Es casi una hora de viaje por autopista para llegar a Lake George.

—¡Odio cuando Sebastián hace esto!

—¿Se lo has dicho? —consulta Noah.

—No sé, creo que sí —bufo y me cruzo de brazos—. Lo peor es que, aunque me moleste la actitud, siempre voy de todas formas a donde pide. Es ridículo.

—Capaz él sabía que tú no tenías otros planes para hoy y que te resultaría más interesante obedecer su mensaje que quedarte en tu habitación estudiando o en la computadora.

No respondo porque sé que tiene razón.

Noah apareció casi de inmediato cuando le comenté del mensaje de Sebastián. Apenas tuve tiempo de cambiarme y de peinarme. Me maquillo en el coche con cierta dificultad. La mayor parte del recorrido es a través de una autopista, así que mantenemos un ritmo constante de movimiento y eso me permite no arruinarme el rostro con el delineador.

—Tengo hambre —repito. Es la tercera o cuarta vez que lo digo—. Necesito saber si almorzaremos allí o si deberíamos detenernos en el camino. ¡Y Sebastián ni siquiera atiende mis llamados!

—¿Has intentado comunicarte con Azul?

—No... —admito. Es una buena idea; ella suele compartir el coche con Elliot cuando van al mismo sitio, ¿de qué sirve ir cada uno en su vehículo propio? En especial cuando viven a menos de media milla de distancia.

Me muerdo el labio inferior y busco el contacto. Luego, presiono para llamar y aguardo.

—¿Hola? —Azul bosteza mientras saluda.

—¡Hey! Imagino que estás de camino a la nueva ocurrencia de Sebastián, ¿no?

—Como siempre... —afirma ella.

—¿Sabes qué es?

—Nop.

—¿Alguna sospecha? —insisto.

—Para nada.

—¿Crees que deberíamos almorzar antes de llegar? —pregunto y me llevo una mano al estómago, que ruge cada varios minutos.

—Ni idea. Nosotros desayunamos tarde, así que podemos esperar.

—Yo no tuve tiempo de comer nada todavía —lloriqueo.

—Hay una heladería en la esquina del punto de reunión, si la memoria no me falla —dice Elliot a los gritos mientras conduce.

Cierto. Es una buena idea. Llegaremos a Lake George en quince o veinte minutos. Sebastián nos dará su explicación y, en base a ello, me compraré un helado o aguardaré.

—Genial, ¡gracias! —corto la llamada con prisa y bloqueo la pantalla para no gastar batería. Necesito que el sesenta por ciento que tengo me dure hasta que estemos de regreso, para poder avisarles a mis padres a qué hora volveré. Olvidé tomar mi cargador.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Where stories live. Discover now