12. Necesita tener mucho dinero

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Noah está sentado en un rincón de mi cuarto, con la espalda contra el muro y un libro entre sus manos. Parpadeo varias veces e intento no moverme demasiado para que no note que ya estoy despierta. No sé qué hora es, pero el cielo está claro en el exterior. He despertado antes de que sonara mi alarma.

Observo al chico que bajó de las estrellas en silencio. Me encanta verlo, todo en su apariencia es perfecto. Incluso sin mis lentes puedo admirar su presencia. Entre más analizo su figura más me convenzo de que es el muchacho de mis sueños. Sé que cada persona tiene sus preferencias propias en cuanto a físicos, que de seguro existe gente que no consideraría a Noah atractivo. Pero para mí es hermoso. No cambiaría nada en él.

Y es irreal, imposible. Tal vez su presencia es parte de un sueño muy extenso, quizá si estiro mi brazo hacia se va a desvanecer. En más de una ocasión me he preguntado si existe solo en mi imaginación, si lo he inventado.

Suspiro. Noah cierra el libro y levanta la vista, sonriente.

—Buenos días, Amy —susurra.

Un bostezo escapa de mi boca cuando intento responderle.

—Disculpa que no me haya marchado todavía. —Se pone de pie—. Quería despedirme antes de salir para que no te preocuparas.

Me desperezo, todavía bajo las mantas.

—Buenos días —saludo—. ¿No crees que es un poco raro ver a otra persona dormir toda la noche?

—Lo es —admite—. Por eso tomé un libro de tu escritorio. No deseaba incomodarte. Juro que, una vez que te dormiste, no me detuve a observarte, acariciarte el cabello ni nada. Mantuve los ojos pegados a las páginas, leí la novela tres veces y media ya.

—¡Ay! Te creo. —Contengo la risa mientras me incorporo para frotar mis ojos con ambas manos—. Y aprecio el gesto. Siempre que las novelas juveniles dicen que el chico se queda observando cómo la protagonista duerme, me preocupo porque suena a algo que un acosador haría —bromeo.

—En especial si lo hacen a escondidas. O sin el permiso de ella —añade Noah.

—¡Exacto! Y es peor cuando ni siquiera están saliendo, o sea, ¿ir a mirar cómo la persona que te gusta duerme? ¿Qué clase de fetiche es ese?

Ambos reímos hasta que escuchamos pasos en las escaleras.

—Ahora sí, me voy —dice Noah en coz baja—. Disfruta de tu día.

Asiento, intento no pensar en que desaparecerá.

—Gracias. Si mis padres te vieran aquí, no quiero ni imaginar el sermón que nos darían. Nos vemos luego —prometo.

—Llámame si me necesitas.

—Lo haré.

Noah se pone de pie. Se aproxima a mi cama y se agacha. Posa sus labios sobre mi frente por un instante. Luego, se aleja de nuevo y me dedica una sonrisa que correspondo con sinceridad.

Con sigilo, abre la ventana y escapa de mi cuarto. Me pregunto si podría simplemente desaparecer de la misma forma en la que llegó. Tal vez no lo hace para que yo no lo vea esfumarse frente a mí. Es la única explicación coherente. Después de todo, no vino en coche, así que no tiene forma de marcharse más allá de caminar por la carretera o desvanecerse.

"Basta, Amelie, no pienses en ello", me digo.

Abandono la cama de un salto y comienzo con mi día. Mi plan es almorzar, ducharme y alistarme para salir. Si mi alarma todavía no sonó es porque falta para el mediodía.

***

El centro comercial comienza a llenarse de gente por la tarde. Los sábados son siempre los días más populares para salir, ya sea para ir al cine o para hacer compras. Hay parejas, grupos de amigos y familias dando vueltas por las tiendas.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Where stories live. Discover now