21. Tiene que confiar en mí y en mis amigos

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Una de las tradiciones de Halloween que más me agradan es la maratón de películas de terror en casa de Sebastián. La organizamos cada año e incluye pizza, helado, una cantidad monumental de chocolates y la selección temática de historias que pasarán por la pantalla. El año pasado escogimos los payasos. En esta ocasión nos tocarán juguetes malditos.

Noah aparca el coche frente a la casa de mi mejor amigo poco después de las cuatro de la tarde. Vinimos temprano porque en un rato comenzarán a salir los niños que piden dulces y no quisiéramos lidiar con el tráfico ni con el riesgo a arrollarlos; ¡son terribles! Algunos cruzan la ruta corriendo sin voltearse a ver. Y aquí los vehículos van rápido.

Me alegra que el baile escolar haya sido anoche en lugar de hoy mismo, porque así podemos celebrar Halloween dos días seguidos.

La madre de Sebastián nos recibe en la entrada, se ha puesto un vestido negro y un gorro de bruja. Hay una pequeña mesita a su lado, con un bol lleno de chocolates para repartir a lo largo del día.

—¡Bienvenidos! —saluda—. Sebas está en su cuarto.

—Muchas gracias —respondo.

—¡Diviértanse!

Bajamos por las escaleras y nos encontramos con una telaraña gigante que cubre el umbral que conecta con la habitación de mi mejor amigo. Esto tiene que ser una broma. Hay incluso arañitas de plástico esparcidas por la decoración, y tendremos que atravesarla sí o sí.

—¡Sebastián! —grito—. ¡No quiero tener esta asquerosidad adherida al cabello hasta que me duche!

Él ríe a carcajadas desde el interior, pero no responde.

Noah se quita la chaqueta y me la pone por encima de la cabeza. Luego, rodea mi cintura con un brazo para guiarme.

—No deberías arruinar tu ropa de esta forma —bufo.

—Me da igual —contesta él.

Una vez dentro del cuarto, notamos que la iluminación es tenue y rojiza. Sebastián está sentado en el suelo, lleva una capa negra con capucha como si perteneciera a una secta o algo así.

—¿Qué demonios? —consulto.

—"Esta noche cenaremos en el infierno" —murmura en tono lúgubre.

—Pensé que sería en un cabaret de mala muerte. Entre las arañas y las luces, digo —bromeo.

—Era una referencia a la película de 300 —explica él.

—No la vi.

—Lo supuse. —Sebastián suspira. Se gira hacia mí y estira su brazo con un bol lleno de caramelos—. ¿Quieres?

Tomo un par y comienzo a quitarles el envoltorio.

—¿Los demás no han llegado aún? —pregunta Noah mientras sacude su chaqueta.

—Lamentablemente, no vendrán. Elliot me escribió hace cinco minutos para cancelar, ni siquiera me dio un motivo. —Mi mejor amigo se encoje de hombros—. Más comida para nosotros.

Decido sentarme a su lado para estar cerca del bol. Noah me imita.

Conversamos durante algunos minutos sobre la fiesta de anoche. ¡Ni siquiera nos vimos! Al parecer, el premio mayor se lo llevó la hermana de una de las organizadoras y varias personas asumen que fue por pura conveniencia, porque estaba vestida de algo muy sencillo.

—¿Y qué pasó con esa chica que querías conquistar? —pregunto.

—Pude robarle un baile lento, pero nada más.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Where stories live. Discover now