10. Debe ser inteligente

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Ahora sí, los dejo con el capítulo.

⭐⭐ ⭐ ⭐  

Cinco y media de la mañana. No puedo dormir. Por momentos cierro los ojos, solo para abrirlos unos minutos más tarde. No es que no haya descansado en absoluto, sino que mi sueño se ha visto interrumpido una y otra vez.

—Noah —pienso en voz alta.

Si le mando un mensaje al teléfono, ¿podrá atenderme donde quiera que esté? ¿O deja de existir hasta que debe pasar por mí para ir a la escuela? ¿Y si lo llamo? Llevo horas preguntándome esto y sin encontrar el valor suficiente para intentarlo.

Ahora que empieza a amanecer quizá sí funcione...

Me incorporo de un salto, pongo las almohadas contra el respaldo para estar cómoda y tomo el celular. Le ajusto el brillo a la pantalla para que no me lastime la vista y escribo un texto simple para mi novio. Le pregunto si está por allí y cuándo vendrá por mí.

Aunque odie admitirlo, me aterra llamar y que una voz mecánica me diga que el número no existe, que no está en servicio o algo así.

Casi de inmediato, sin embargo, llega una respuesta suya. Sonrío antes de leerla porque no me importa mucho lo que diga, solo me alegra saber que él está allí, dónde quiera que eso sea.

Noah me dice buenos días y promete que vendrá cuando yo así lo desee. Así que le pido que se apresure, que quiero que me cuente sobre lo que hablamos anoche. Olvido por un momento que mi familia duerme, que seguro sería raro que lo vieran llegar al amanecer.

Cuando me doy cuenta de esto, es demasiado tarde. El teléfono vibra con otro mensaje: "Estoy fuera, junto a tu ventana. ¿Puedo entrar?"

Arqueo mis cejas, confundida. ¿Se materializó en mi jardín o qué? Corro hacia el armario para ponerme un sujetador por debajo del camisón antes de decirle que sí, que puede pasar.

Voy hacia la ventana y la abro, una ventisca fría se cuela en mi habitación. Fuera, bajo las primeras luces del día, veo cómo Noah trepa hasta el techo del garaje y, de allí, al alfeizar de mi cuarto.

—Buenos días, Amy —saluda con una sonrisa.

No se lo ve cansado. No tiene ojeras ni señales de agotamiento. Es perfecto en su aspecto, como siempre. Tiene el cabello un poco despeinado por el viento nada más.

—Buenos días —susurro mientras me hago a un lado para que él ingrese.

—Te ves bien, ¿cómo has dormido? —pregunta él.

Sé que miente, nadie puede verse bien con el cabello desordenado por la almohada, bolsas bajo los ojos y un camisón amarillo que es varias tallas más grandes de lo necesario. Pero no me quejo, sé que sus cumplidos son tan sinceros como le es posible, que no tiene malas intenciones.

—Gracias —respondo—. A decir verdad, casi no pude descansar.

—¿Por qué?

—Porque pensaba en ti —admito.

El chico que bajó de las estrellas (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora