30. Felicidades, estrellita

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FELICIDADES, ESTRELLITA

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FELICIDADES, ESTRELLITA

Nox conduce hasta llegar a la ciudad más cercana; donde está el hospital de Mia.

Nos detenemos delante de un parque, repleto de árboles y varias estructuras para que jueguen los niños pequeños.

Nox aparca y baja del coche. Yo lo imito y él rodea el vehículo para colocarse a mi lado. Me giro hacia él, dispuesta a preguntarle qué hacemos aquí, pero Nox me coge de la mano sin decir nada y empieza a caminar hacia la entrada del parque. Sonríe ligeramente, sin mostrar los dientes.

―¿Qué estamos haciendo, Nox?

―¿Te confieso una tontería?

―Claro ―respondo, con curiosidad.

―Cuando cumplí dieciocho, me sentía una mierda. No solo por lo de Mia, a pesar de que era el mayor de mis problemas. La cosa es que me centré tanto en los estudios durante mis últimos años de instituto que no tenía amigos. No solo eso, sino que nadie me conocía, porque había dejado de hablar.

»Me siento fatal diciendo esto, pero Veca no cuenta. Cuando dejé de hablar nos distanciamos.

―Nox...

―No, está bien. De verdad. ―Me mira con una pequeña sonrisa―. Me hice mayor de edad solo, y sentía que había desperdiciado los que todo el mundo considera los mejores años de la vida.

»Conclusión, echo de menos ser pequeño y jugar en el parque sin más preocupación que haber hecho o no un dibujo para clase. Por eso, ahora que solo te queda un año para cumplir la mayoría de edad, vamos a jugar en el parque.

Ha dejado de mirarme, se detiene delante de una de las estructuras, con barras para escalar y toboganes. Sigue sin mirarme, y está completamente colorado.

―Estoy pensando que a lo mejor esto es una estupidez.

―No, no lo es. Para nada.

Suelto su mano para correr a las escaleras que suben al tobogán. Me agacho para no darme en la cabeza y me tiro, con los brazos en alto y riendo. Nox está al final, todavía con el rubor en la mejillas y una sonrisa en la cara.

―¿No te parece infantil?

―Ese es el punto, ¿no?

Me pongo en pie y lo cojo de la mano para arrastrarlo conmigo de nuevo al tobogán. Me siento y él pone sus piernas a mis costados para tirarnos juntos. Se abraza a mí como si su vida dependiera de ello y me río. Lo miro por encima del hombro.

―Nox, es imposible que te hagas daño en algo así. No está ni a tres metros del suelo.

―Estrellita, estás dando por hecho que me agarro a ti con fuerza por miedo...

Vuelvo a mirar al frente al sentir mis mejillas arder y sacudo ligeramente la cabeza antes de arrastrarnos un poco para que la gravedad haga el resto. Por el peso llegamos al suelo y caemos sobre un charco de agua. Se me manchan los pantalones, igual que a Nox.

Cuando la luna encuentre su lugar. [✓]Where stories live. Discover now