Capítulo 6

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PASADO 5

11:56am

—Pero, ¿te podéis voltear?

Como un robot, Salomón se da la vuelta y encaja la cara contra la esquina del ascensor. Sus hombros convulsionan con toses mezcladas con risa, y si no fuera porque tengo algo más apremiante estaría cayéndole a golpes.

¡Cómo se atreve a reírse! Si los roles estuvieran en reversa yo no me carcajearía como una hiena.

En fin, lo que necesito es ponerme mi ropa antes de que alguien llegue motivado por mis gritos de horror. El problema es que el borde del suelo, de donde se quedó prendada, está muy alto para mí.

—Deja de burlarte y ayúdame a agarrar mi franela.

—No me estoy burlando. Estoy disfrutando, que no es lo mismo.

—Entonces deja de imaginarte lo que viste. —Dos bolas de fuego explotan en mis mejillas y se esparcen por todo mi cuerpo. Con los brazos hago lo mejor que puedo para proteger mi modestia, aunque en vano.

—Hay varios problemas con todo esto —explica con voz de que quiere seguirse riendo—, el primero es que es imposible no imaginarme lo que vi. ¿Tenéis encaje en el sostén?

—¡Cállate! —Ahora sí le doy un buen manotazo en su espalda de piedra, y eso lo hace soltar una risita.

—Segundo, si de verdad queréis que te ayude voy a tener que usar los ojos.

—Eso se resuelve fácil. —Agarro dos puñados de su franela a nivel de su cintura—. Si yo me quedo detrás de tí no me vas a ver.

—O sea, no te voy a ver con los ojos pero en mi mente capturé cada detalle.

—Salomón...

—Voy, voy.

Hacemos un baile extraño como cangrejos borrachos, desplazándonos en un círculo apretado hasta que él queda al frente y recoge mi franela. La lanza sobre su hombro con sorprendente tino y la tela cae sobre mi cabeza.

—Más te vale quedarte ahí quietecito —ordeno.

—Sí, señora.

—Señorita.

—Sí, jefa.

Rápidamente me pongo la franela y suelto un suspiro de alivio.

—¿Ya?

—Sehh —confirmo.

—Bueno, si algo bueno sale de toda esta situación —comenta Salomón al darse la vuelta—, es que...

Las palabras se le atoran en la garganta. Sus ojos se clavan en mi pecho con una intensidad que me pone la piel de gallina.

—Te dije que tenéis terminantemente prohibido imaginarte que una vez estuve medio desnuda en frente tuyo.

—Es que no me lo estoy imaginando. —Una esquina de sus labios se levanta con demasiada picardía.

Bajo la mirada y esta vez no grito porque creo que ya he llegado al límite de shock. Con el último jalón mi franela se rompió desde el cuello hasta casi el dobladillo de abajo, y abierta de par en par le da tremenda vista de mi ropa interior otra vez.

Agarro las dos solapas y las acerco para cubrirme. Sé que debo tener toda la piel roja como un tomate pero en el fondo, siento alivio de que al menos es uno de mis mejores brassieres. Es beige, casi del color de mi piel para que no se viera a través de la difunta franela blanca ajustada. El encaje es solo en la parte de arriba de la copa así que no le di el show que quisiera, pero sí que le hace muy buena forma a mis pechos. Eso sé que Salomón no lo va a olvidar.

—¿Cuándo vas a dejar de bucearme? —Me aclaro la garganta.

Salomón finalmente arranca sus ojos negros de los vistazos de mi piel entre la rasgadura de mi ropa.

—Nunca, catira.

Eso me roba el aliento.

Soy consciente de que Salomón no ha dado un solo paso, y de que estamos tan lejos como nos lo permite esta caja de zapatos. Pero de pronto siento como si la distancia no fuera suficiente. O como si fuera demasiado. La mirada intensa de Salomón parece como si me desnudara, y de pronto siento mis brazos relajarse y casi mostrarle todo otra vez.

Hasta que me acuerdo que eso sería un desastre. Vuelvo a apretar la ropa.

—Este... no me puedo quedar así medio desnuda. ¿Por casualidad no tenéis una franela entre las compras del supermercado? —Río para no llorar.

—No. —Su voz suena más gruesa y áspera de lo normal—. Pero si queréis te doy la mía.

—¿En serio?

Él levanta su hombro como si nada y entonces asiento.

Levanta un brazo y agarra un puñado de su franela por la espalda hasta quitársela. Creo que de golpe inhalo todo el aire en el ascensor porque pensaba que el ofrecimiento era porque tenía una franelilla abajo pero no. Ahora Salomón es el que queda medio desnudo.

—¿Estáis loco?

—No, pero si te sigo viendo el sostén sí que voy a perder la cordura. —Hace una pausa para enderezar su franela y antes de que reaccione, pasa el cuello por mi cabeza y estira la tela hasta que me cubre—. Listo, ya así no hay peligro de que te de show yo.

—¿Qué habláis? Si sí estais dando show —refuto medio ahogada ante la vista de su torso desnudo.

Su piel oscura hace sombras por los músculos marcados de sus hombros, su pecho y su estómago. No es muy velludo pero sí que tiene un caminito que baja de su estómago y se pierde dentro de sus pantalones. Los jeans son tan anchos que los tiene amarrados a su cintura con una correa apretada y...

Un momento.

—Aja —ríe Salomón con voz gruesa—, de ese show es que estaba hablando yo. No del de arriba de la cintura.

Las mejillas de Salomón están más oscuras de lo normal y por primera vez en la historia, está tan apenado que no sostiene mi mirada y se da la vuelta. Lo bueno es que puedo deleitarme con los músculos de su espalda. Lo malo es que ahora yo también quiero que me trague la tierra.

Lo único que puedo hacer es esconder mi cara bajo la enorme franela. Pero huele a jabón y a Salomón, y un cosquilleo invade mi estómago que me dice claramente que estoy en problemas.

 Pero huele a jabón y a Salomón, y un cosquilleo invade mi estómago que me dice claramente que estoy en problemas

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Todo lo que sube tiene que bajar (Nostalgia #2.5)Where stories live. Discover now