Capítulo 14: Un hombro para llorar

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Fue cierto mi pensar, pues no hubo forma en la que pudiera volver a dormir con el enojo y mi familia en la mente.

Estar sola en este enorme cuarto, solo hacía que pensara el doble en ellos y mi frustración por no poderlos traer conmigo aumentaba.
No quería pensar de más, siempre estaba pensando de más.

Había sólo una persona en este palacio que podría calmar mi sentir, por más estúpido que sonase ir a llorar en su hombro.

Tan pronto como su imagen inundó mi mente, salí a buscarle. El dónde lo encontraría era un gran misterio, pues con tantas cosas que hacer aquí y él con tanto tiempo libre, podría estar hasta trepado en un árbol.

Se supone que tendrá clases también, pero aún no le encontraban institutriz.

Al llegar a la entrada del palacio, tome paso para salir de aquel gran lugar, topándome así con dos guardias encargados de vigilar la entrada.

—Buenos días, caballeros, quisiera saber si no han visto a Arthure, es un niño como así de alto —con mi mano señalé la altura en referencia a mi cuerpo—tiene el cabello rubio, algo largo y ojos más azules que el cielo.
—Salió del palacio hace como dos horas, dijo que estaría en la casa de campo —habló el guardia de la izquierda.
—Perfecto, soy Lara, es un placer conocerlos.
—Yo soy Cornelio y mi compañero es Rogelio, es un placer conocerla —dijo el mismo guardia.
—Los dejo haciendo su trabajo, tengo que ir a buscar a mi pequeño hermano.

Dicho esto, me fui hecha un rayo hacia la casa de campo, no sin antes lograr escuchar un «¿Qué no tiene un espejo? Si los ojos de su hermano son más azules que el cielo, los de ella no tienen punto de comparación».

No me gustaría sonar modesta o algo parecido, pero en serio no creo que mis ojos sean tan azules.
Gracias a Ernest todos nosotros tenemos ojos más azules que el cielo y el mar juntos, sin embargo, no es mentira ni tampoco un secreto que mis favoritos son los de Arthure, no solo por el color, sino por la forma tan bonita de mirar que tiene.

El camino a la pequeña (que de pequeña no tiene nada) casa fue bastante corto, pues mi prisa de querer verlo era más grande que el universo.

La puerta de entrada estaba abierta, restregándome que la seguridad era tan buena que incluso dejando la puerta así, nada pasaría.

Tome paso hacia el interior pero me encontré con la falta de su presencia en la estancia, sin embargo pude escuchar a lo lejos en la planta alta la voz de aquel pequeño.

Mientras subía la escalera la charla que mantenía se hacía más clara.
—Hola, Isabella, te ves muy bonita con ese vestido... ¡NO! ¿CÓMO VOY A DECIRLE ESO?, seguro se ve bonita usando lo que sea. A ver, mejor, Hola Isabella, estás muy bonita, ¿quieres salir a jugar conmigo? ¡NO! Va a pensar que soy un desvergonzado.

Mi intención no fue espiar, pero ya se había dado, ahora no habia nada que hacer, salvo entrar a ver qué estaba pasando en ese cuarto.
La puerta no estaba cerrada tampoco, pero aún así la toqué para que se percatara de mi presencia. En cuanto lo hice volteó a verme.

—Lara, ¿por qué las mujeres son tan difíciles?
Reí ante su pregunta, pues no era exactamente lo que tenía en mente como saludo.
—Pude escuchar la pelea que tienes contigo mismo, a ver dime, ¿qué es lo que pasa?
Arthure soltó un suspiro y camino hacia la cama para subirse en ella y sentarse en la orilla volteando a verme.
—Conocí a la niña más hermosa y perfecta del mundo, estábamos juntos tomando un batido de chocolate, pero cuando le iba a hablar y decirle que saliera a jugar conmigo, ¡me trabé y salí corriendo! —con aquella ultima frase cerró los ojos y llevó las manos a su cara para cubrirla con vergüenza.
—Entonces el complicado eres tú.
—¡Lara! Esto es serio.

El decreto del príncipe Where stories live. Discover now