Capítulo 12: Panqueques verdes

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El despertador que Maddie me dio anoche suena puntual a las 8:00 A.M.
¿Qué es esto?
¿Por qué me tienen que despertar en la casi madrugada? Esto no es la escuela.

Justo cuando creí que podría ignorar la alarma y dormirme otros 10 minutos, tocaron la puerta y una voz extremadamente despierta y alegre dijo «¡Levántate y brilla, Niza!, ¿te quedarás en la cama como un gusano?»

¡Sí, sí me quedaré en la cama como gusano si así me dejan dormir otros diez minutos!

La idea de quedarme en cama era maravillosa, pero como dijo Maddie, debo llegar puntual a las actividades de mi horario.
Uno nunca sabe que puedan hacerme si no llego al desayuno a las 8:30 A.M.

—¡Ya desperté! —hablé fuerte para que Happy pudiera escucharme.
Después de ello, ya no respondió y supuse que se habría ido a hacer otras cosas.
Mi cuerpo mente, alma y cuerpo decían que me quedara un poco más en cama pero la parte responsable de mí no me dejó.

He de decir que nunca había dormido mejor en toda mi vida y aunque ayer acabe rendida, en parte por jugar tanto con Arthure y la otra por la resaca, esa cama logró revivirme.

Decidí que lo primero a hacer al levantarme era abrir las cortinas y la ventana, sobre todo porque me encontraba de buen humor y la luz extra y aire fresco me vendrían aún mejor.

Después de aquello fui al armario que para la noche de ayer, ya estaba completamente lleno de todo tipo de ropa.
Agradezco que hayan pensado que también uso pantalones pues incluyeron algunos, aunque la mayor parte de la ropa son vestidos.
Tome unos pantalones color negro de tela suave y brillante y una camisa blanca con figuras de flores.
El siguiente pasó fue la ducha. Fue tan relajante y grandiosa que hasta me puse a cantar.

Al salir del baño, rápidamente me vestí pues faltaban solo 8 minutos para que yo tuviera que estar sentada tomando mi desayuno en el comedor principal.
Me cepillé el cabello tan rápido y fuerte que casi me arranco la cabeza.
No había maquillaje en mi habitación así que lo único que me puse en la cara fue un poco de crema.
También agradecí que pusieran zapatos de piso en mi armario pues solo así tuve la fuerza para correr por todo el palacio hasta el comedor.

—Oh Larazin, justo a tiempo —dijo Maddie desde la puerta del comedor—, tu desayuno aún no está listo, pero la carta está lista y dispuesta sobre la mesa para que elijas lo que quieras.

—Está bien, pero quisiera saber si podría desayunar en la cocina.

La cara con la que maddie me miró realmente mostró su clara sorpresa ante lo que le estaba pidiendo.

—Pienso que si puedes, pero permiteme unos momentos a que el personal lleve tus utencilios a la cocina.

—No es necesario, estoy segura que allá hay más utencilios, entonces mejor no les moleste, muchas gracias, Maddie y prometo también estar a tiempo para la clase.

Sin más que decir mis pasos tomaron rumbo a la cocina. Pensar en llegar y no ser bienvenida me daba un poco de miedo, pero realmente no quería seguir el protocolo de comer sola en un lugar enorme, pues no era algo a lo que estaba acostumbrada.

En mi casa, si bien las comidas no eran lujosas, lo que sea que tuvieramos para comer, siempre lo comiamos juntos, bueno, sin Ernest ni Barbara, pero eramos todos mis hermanos juntos y siempre había alguna historia que contar y que hacía todo mucho más ameno para no pensar en lo poco que nos llevabamos al estómago. Ahora había mucho que llevarme al estómago, pero nadie que contara alguna historia.

Al encontrarme frente a la cocina, solté un suspiro, la nave del arrepentimiento y la cobardia estaba a punto de sarpar y hacerme correr al comedor y decirle a Maddie que siempre no, pero la nave del valor le ganó por dos segundos y de un momento a otro ya estaba empujando la puerta de vaivén para terminar adentro.

El decreto del príncipe Where stories live. Discover now