Capítulo 00: El anuncio

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Eran pasadas las 14:00, hacía viento pero no el suficiente para que los habitantes de Areland tuvieran que abrigarse.

Todo el mundo estaba sumido en sus asuntos, era plena hora de trabajo, ¿qué más podían hacer? Y aunque pudieran hacer otra cosa, no se lo permitían porque sin trabajo, el pobre Reino de Areland, desatendido de la luz del resto del mundo, quedaría en ruinas.

Cualquiera hubiera pensado que ese día sería como cualquier otro, pero no, ese día era exactamente el que cambiaría todo.

De la nada, los proyectores que se extendían por el reino para dar noticias reales, se encendieron, el escudo de la familia real apareció junto con la melodía del himno nacional, a los pocos segundos esa imagen fue remplazada y la música se apagó, dejando ver la cara del Rey.

Todos dejaron sus actividades, porque eso es lo que se debía hacer cuando había un anuncio real.

El Rey Stephan de Areland, se veía cansado, era increíble ver cómo en tan poco tiempo, su enfermedad le quitaba el brillo de  los ojos.

—Muy buen día tengan todos, mis grandes amigos, hoy traigo buenas noticias y espero se regocijen conmigo —carraspeó la garganta para poder hablar fuerte y claro—. Como sabrán, mi hijo se niega a contraer nupcias si su futura esposa no conoce al pueblo que va a gobernar y por ello, su coronación se ha retrasado tanto. Por terrible que suene, yo no estaré con ustedes mucho tiempo, no sé cuánto más me deje vivir esta condición, pero gracias a esto, mi hijo, el príncipe Ezra de Areland, ha tomado una decisión. Por mi parte, eso es todo, les dejo con "El decreto del príncipe".

El Rey caminó fuera de cámara hacia su lado derecho y del lado izquierdo entró el príncipe, con paso firme y postura recta.

Algunos gritos de chiquillas adolescentes, y otras no tan adolescentes, se escucharon por las calles.

Vaya que el príncipe era bien parecido, o al menos lo suficiente para hacer que la saliva regada de muchas mujeres pudiera inundar la isla.

—Buen día tengan todos y gracias por estar escuchando o viendo esto y por mi parte, solo vengo a decir que he decidido contraer nupcias.

La boca de más de uno se abrió hasta casi despegarse de su cráneo.

Al fin el príncipe había sentado cabeza.

—Pero, no es de la forma en la que ustedes creen —llevó sus manos hacia el nudo de su corbata y lo acomodó un poco—. He decidido contraer nupcias con una chica del pueblo y en el decreto oficial que ha aprobado el Rey, se dicta que cualquier muchacha casadera entre la edad de 22 a 26 años, podrá postularse para casarse conmigo y ser la futura Reina.

¿Acaso este príncipe deseaba matar a todos de sorpresa?

—Sin embargo, no será tan fácil, deberán enseñarme con un video casero que realmente conocen al pueblo, que de verdad tienen ideas para llevar a Areland a un nuevo amanecer, porque si alguna de ustedes va a ser Reina, será para ayudar, no para estar de adorno —llevó sus manos a su espalda para juntarlas en este punto—. Como punto final, llegará a las casas de las chicas en el rango de edad un sobre con una carta que tendrá las especificaciones de este decreto y en el mismo sobre deberán incluir el archivo de su video, en tres días pasaran diferentes carteros a sus respectivos hogares para recoger el sobre con o sin contenido. Espero tengan un buen día y excelente jornada de trabajo.

Sin más que esto, los proyectores se apagaron, pero el ritmo de vida no siguió.

Todos se quedaron como muertos, pasmados, sin mover un solo músculo.

¿Acaso el príncipe se había vuelto loco? O peor, ¿qué tal si el loco era el Rey por permitir ese decreto?

Sea quién fuese el loco, la decisión estaba tomada, el pueblo tenía ya un destino marcado y para bien o para mal, el destino se encontraba entre ellos.

Y sí eso no fuese suficiente, súmenle la pérdida de dinero, que acarreó el que los ciudadanos se hayan quedado pasmados.

El decreto del príncipe Où les histoires vivent. Découvrez maintenant