Capítulo 05: Todo estará bien

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Siendo honesta, la cena fue casi como cualquier otra.
Con casi me refiero a que en la cena solo estuvo presente mi familia completa, no solo unos miembros; no estuvo nadie que perteneciera a la realeza; también hablo de que estábamos vestidos como si fuéramos realmente importantes y la principal razón, estábamos comiendo muy bien.

La ausencia del príncipe y del rey fue algo que en serio agradecí, porque si hubieran estado no habría podido comer bien debido a los nervios y vaya pena seria no hacer justicia de esta deliciosa comida.

Sin embargo he de decir que al ver toda la comida me sentí muy molesta. Era un comedor para al menos 30 personas y había comida como para al menos 100. La mayoría de la comida iba a ser desperdiciada, probablemente tirada y eso era realmente molesto porque mientras el pueblo moría de hambre algunos días, aquí probablemente desperdiciaban tales raciones todo el tiempo.

Esa fue otra razón por las que agradecí la ausencia de la familia real, yo creo que si hubieran estado, no habría podido calmar mi boca respecto a eso.

Llegó un punto en la cena donde ya ninguno comía nada y en cuánto los guardias que vigilaban la puerta del comedor lo notaron, se acercaron a avisar que la abogada de la familia de Areland nos quería ver en su oficina para tratar asuntos relativos al tratado del príncipe.

Mientras caminábamos al despacho, me tomé el tiempo de observar a mi familia.

Por Dios todos parecían de la realeza, cada uno de mis hermanos parecía un principito de lo más encantador, y no miento al decir que nunca los había visto más limpios y arreglados.
Y Alissa, oh vaya, ella parecía ser la que estaba por casarse con el príncipe, lucía tan refinada y tan hermosa.
Parece que nacieron en la familia inadecuada.

Barbara y Ernest, se veían bien, más su actitud los hacía parecer unos reverendos lame botas bien arreglados. No importaba por donde pasábamos, cada pasillo y cada objeto era una oportunidad de decir «qué excelente gusto tiene nuestro querido Rey».

No tardamos mucho en encontrarnos frente a la oficina de la abogada y con un toque de los guardias en su puerta, aquella mujer de cabello negro y corto hasta las orejas nos abrió para que pudiéramos entrar. Una vez que estuvimos adentro, no cerró la puerta.

Todo adentro estaba perfectamente ordenado, hasta los libros inmersos en los libreros que llenaban las paredes del lugar, estaban ordenados según su tamaño, ninguno sobresalía de los otros.
En la pared frente a la puerta, había un gran ventanal que nos proporcionó buena luz. Puedo decir sin dudar que esta oficina, era más grande que nuestra casa.

Definitivamente hasta un baño aquí era más grande que nuestra casa.

La señora, bien arreglada con su traje negro sin una sola arruga, dijo que me sentara y así lo hice en una de las sillas que se encontraban frente a su gran escritorio de madera.

—Me presento, soy Jabad Lunei, soy la abogada de la familia real y estoy aquí para presentarte y también a tu familia, los temas legales respecto al tratado del príncipe.

Y desde aquí, la perorata empezó... sin quiera dejar que me presentara.

«Como ya sabes, todo este asunto no es sobre amor, bien debes saberlo, así que no esperes que lo tratemos como algo sobre el que la ley no debe caer. Primero, empezaremos con los datos generales. El príncipe Ezra de Areland y tú, Larazin Dragustinovisch, tienen un año para aprender a que esta mentira, parezca real, me refiero a que parezca que de verdad se aman, de otro modo, esto no funcionará y el contrato quedará anulado. En ese año también tienes que aprender todo sobre las políticas internacionales y asuntos gubernamentales porque no estás aquí para sólo ser una cara bonita. No podrás salir del castillo sin el debido permiso ya sea del Rey o del príncipe o de la organizadora Minerva.»

El decreto del príncipe Where stories live. Discover now