Capítulo 16: Ausencia de alguien desconocido

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Cuando pienso en aquella noche, todo es un poco extraño. Mientras más lo pienso, más me doy cuenta que muchas cosas hubieran sido diferentes si de mi boca hubiera salido un «está bien, me quedo».

Realmente no quiero profundizar en los escenarios que se me vienen a la cabeza a veces, porque quizá no debería de tener esa clase de pensamientos, pero es que en serio sobre pienso mucho.

He pensado que tal vez estoy exagerando con lo que hubiera pasado si mi respuesta hubiera sido un «sí», porque estar en una habitación sola con un príncipe, no debe ser para nada igual a estar sola con un chico cualquiera.

Si he de ser sincera, en lo que más pienso, es en su respuesta.

No es como que yo sea la mejor persona para hablar sobre su forma de contestarme, pero estoy segura que mi «gracias, pero no puedo quedarme, lo siento», no merecía para nada una respuesta tan insensible como «está bien, en ese caso solo vete y cierra la puerta».

¡Es que no tuvo ni la valentía suficiente para voltear a verme cuando dijo eso!

¿Quién se creía? Había ido a perder un poco el orgullo y me salió con esas cosas.

No sé hasta qué punto le ofendí con lo que dije en la clase pero al parecer había sido tanto como para que me diera una respuesta así, sin embargo no le justifico porque al final me disculpe por ello, y no quiero tampoco invalidar lo que sintió pero a veces pienso que se ha estado comportando muy sensible con todo lo que pasó.

Han pasado dos semanas desde que todo ese acontecimiento ocurrió y Ezra me ha estado evitando de una manera inigualable.
En estas dos semanas sólo lo había visto dos veces y las únicas palabras que me dijo fueron «Buen día»

Es muy complicado tratar de explicar cómo se siente la ausencia de alguien desconocido, porque a pesar de que no conoces del todo a ese alguien, si no aparece de vez en cuando en tu vida, puedes notar que no está porque falta ese ingrediente extra.

En serio que es complicado de explicar, pero era obvio que notaba su ausencia.

¿Qué cree que está haciendo con este distanciamiento?
Si no quiere volver a verme o volver a hablarme, por mi esta bien, podemos ser un matrimonio claramente forzado mientras me dejé hacer algo por el pueblo, pero que me diga las cosas y no haga estas estupideces que me hacen querer volarme la cabe...

—Larazin, no estás escuchando nada de lo que digo —el señor Márquez dio unos golpes leves sobre el escritorio frente a mi—
—Señor M, sé completamente de lo que está hablando, hice mi tarea y entendí completamente cada uno de los diez capítulos que me dejó leer del libro de los acuerdos con los reinos vecinos, entonces no necesito que me venga a parafrasear nada.
—En ese caso, dime que se haría si el reino de Ereland quiere iniciar una guerra con nosotros —el señor M cruzó sus brazos a la par que recargaba su trasero sobre la orilla de su escritorio.

El señor Márquez era tan viejo que no sé cómo podía sostenerse solo. Tenía la cara tan arrugada que para poder ver necesitaba tener siempre las cejas levantadas y usaba unos lentes con tanto aumento que se le veían unos ojos enormes.
Todo ello se suma a el hecho de que sus trajes le quedaban increíblemente grandes y verlo en esa posición, casi me hace soltar una carcajada, pero por suerte, pude evitarlo.

Solté un suspiro y no pude evitar rodar los ojos.

—Primero se haría una junta entre su parlamento y como nosotros no tenemos un parlamento, de nuestra parte estarían los abogados reales y los respectivos reyes —enderecé muy bien la espalda y crucé las piernas—. Una vez en la junta se hablaría de las razones por las que el reino vecino quiere iniciar una guerra y se trataría de llegar a un acuerdo donde ambos reinos se vean favorecidos.
—¿Y si ellos no aceptan ese trato?
—En ese caso, los matamos a todos.
Los ojos del señor M se abrieron tanto y su cara de terror fue tal que ahora si no pude evitar soltar una carcajada.
—Ya ya, lo siento —dije aún con una sonrisa en la boca—, si no aceptan se hace un trato donde ellos se vean más beneficiados que nosotros, pues de ninguna forma podemos aceptar una guerra donde claramente ellos ganarían porque nosotros no producimos ni tenemos los recursos para tener tantas armas, además, dado que apenas le podemos dar suficiente comida al pueblo, no tendrían la fuerza para pelear y solo sacrificaríamos vidas que para nada tienen la culpa.
—Excelente respuesta, Larazin —ajustó los lentes sobre su nariz—. La verdad es que en estas semanas me has sorprendido mucho, eres muy inteligente y no parecía que tuvieras tales capacidades.
—Y si cree que soy inteligente, no ha visto a otras personas del pueblo que son aún más hábiles e inteligentes que yo, a su lado, parecería una completa estúpida, pero no se les suele dar la oportunidad de mostrarlo.
—Larazin, los problemas del pueblo, son del pueblo, aquí vienen sobrando.

¿En serio dijo eso o sólo fue una mala broma? Pero claro que no era ninguna broma.

El señor Márquez había estado siempre en la cima de los privilegiados como para no pensar que debajo de él había gente que sufría de problemas serios. Toda su vida había estado rodeada de lujos como para comer lo que se le diera la gana y tener tanta comodidad en su vida como para que los problemas de los demás no le importaran en lo más mínimo. ¡Es que comer ni siquiera tendría que ser un lujo! Pero eso es lo que esta gente no entiende.
Aunque la sangre me hervía de rabia, me di cuenta que es por esto que estoy haciendo todo lo que debo hacer para convertirme en reina.
Quiero que todo sea equitativo, que todos puedan tener lo que necesitan y que vivir deje de ser un castigo para los ciudadanos de Areland y si para lograrlo tengo que convivir con personas tan nefastas, que así sea.

El señor Márquez empezó a tomar sus cosas del escritorio.
—Bien, Larazin, a partir de ahora creo que nuestras clases serán diferentes, dado que tienes gran capacidad en la cabeza y es cierto que no necesito venir a parafrasearte lo que ya sabes, así que te dejaré leer diferentes capítulos como tarea y durante la clase haremos ejercicios donde se aplique lo que leíste y si tienes alguna duda, me la comentas y la resolvemos —me miró con ojos expectantes, supuse que esperando una respuesta así que solo asentí—. ¡Perfecto! En ese caso, tu tarea es leer los siguientes diez capítulos de los tratados con los reinos vecinos y nos vemos la siguiente clase, ten un buen día.

A la par que hablaba se iba acercando a paso lento a la puerta, hasta que finalmente se fue.

Yo no podía retirarme pues inmediatamente después de esta clase tenía otra cuyo nombre era "vida real" pero que a mí me gustaba llamar "¿Cómo aprender a ser de la realeza y no morir en el intento?", donde básicamente me enseñan desde cómo comer, cómo vestir, cómo actuar, etc, etc. Esta clase muy a pesar de todas las modificaciones que me hacía hacer en mi vida, debo decir que era mi favorita, pues todas las clases venía una persona diferente a enseñarme cosas diferentes y yo que siempre he sido muy curiosa, sentía que esta clase alimentaba mi ser.

Habían pasado unos minutos y el profesor que hoy tendría aún no llegaba, por lo que me levanté de de mi escritorio y me puse a pasear un poco por el salón.
Este lugar era como una biblioteca pequeña, tenía al menos ocho estantes enormes de libros, ordenados por tema y a su vez por orden alfabético, también se disponían cinco escritorios que estaban frente a uno más grande.
Me fue imposible evitar pensar en que aquí podrían entrar al menos 20 personas, pues los escritorios eran enormes y había los suficientes recursos literarios como para aprender muchas cosas, pero aún así, no le daban estos recursos a las escuelas del pueblo.

Mis manos se pasearon por los lomos de los libros que estaban a la altura de mis hombros, todos eran de pasta gruesa y se veían tan nuevos que de seguro los limpiaban todos los días para que se mantuvieran así.

Me hubiera gustado seguir hurgando en la limpieza y orden del lugar pero escuché como la puerta se abrió, por lo que decidí regresar a mi escritorio.

Por alguna extraña razón, mi camino al escritorio fue con la cabeza baja y a pesar de que escuchaba como mi nuevo profesor ponía sus cosas sobre el escritorio, mi mirada no se levantaba, hasta que finalmente una vez sentada en mi respectivo lugar, mis ojos le prestaron atención y fue cuando me dijo

—Buen día.

Tienes que estar bromeando.

El decreto del príncipe Where stories live. Discover now