Capítulo extra.

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Thea y Lucas.

Posiblemente seamos en ocasiones pequeñas piezas de ajedrez, que son tomadas por unas manos invisibles y luego colocadas en el lugar, momento y tiempo exacto en el que vamos a conocer a alguien.

Cómo esos dos niños, una castaña delgada y tan silenciosa que lo único que puede hablar es sobre sueños y muñecas, y luego está ese pequeño pelinegro, que destruye todo a su paso y que desde el primer segundo que aprendió a caminar se ha sentido como si todo estuviese bajo sus pies, incluso los niños a su alrededor, y ni hablar de las niñas, como odia el color rosa y que ellas solo piensen en muñecas y brillantina.

Una calle de separación. La misma edad, diferentes gustos, un caos andante y una calma silenciosa.

Lucas y Thea.

Incluso suena difícil pronunciar la "y" cuando son tan diferentes.

Por eso es curioso como suceden las cosas, una tarde Thea se encontraba allí en el jardín de su madre mirando las flores rosadas que le hizo sembrar la semana anterior y se ofreció a cuidarlas incluso en la noche, su madre le dijo que no era necesario pero en silencio bajaba las escaleras cuando todos dormían y las miraba por la ventana, que estaban allí, que seguían a salvó.

Eso era algo con lo que Thea había nacido, con un deseo de salvar, de cuidar y ver diferente a lo que amaba, su padre decía que se había unido un poco de su corazón y el de su madre para crear el suyo, por eso era grande y bondadoso e único, sobre todo único, porque cuando ves las cosas con otros ojos significa que por dentro eres muy especial.

—Debo ir a ver algo en la cocina, cariño— le dice la madre a la pequeña castaña y está asiente sin mirarla.

Sus ojos están fijos en las flores rosadas, algo tienen en especial estás flores, y no es su color aunque es un color alegre, es lo mucho que las ha cuidado.

Una mariposa se posa en uno de los pétalos y Thea se contiene de alargar su mano para tocarla, porque sabe que si lo hace va volar, y quizás eso es algo que aprendió sin darse cuenta desde muy pequeña, que hay cosas que no debemos tocar para que no se esfumen.

—Son feas esas rosas— se gira al escuchar la voz chillona del niño pelinegro.

Es la primera vez que lo ve, o al menos es la primera vez que sus ojos le dan atención y lo primero en lo que se fija es en esos ojos extraños, verdes con marrón.

—No son rosas— responde la pequeña castaña colocando una mano en su cintura molesta— son flores. Flores rosas y son especiales.

El pequeño Lucas frunce el ceño, y mira las flores y luego a la niña frente a él.

Es bonita, piensa. Y es un pensamiento extraño, las niñas no son bonitas son molestas.

—Tu muñeca es fea también— la señala y Thea mira la muñeca en su mano.

—Se llama Rosa— le responde molesta.

Los niños son asquerosamente molestos, piensa, y amargados no como su padre, que es divertido y amoroso.

Por instinto Thea se acerca a pasos lentos al niño frente a ella y levanta la muñeca hacia su cara.

—Discúlpate— le exige.

El pequeño Lucas la mira con confusión.

—No.

—Eres un grosero— le grita Thea sacándole la lengua.

—Ella no existe— le grita el niño de vuelta señalando la muñeca.

—Pues tus autos tampoco— Lucas mira su auto en su mano y se queda en silencio.

Experimentando el amor. (Libro 1 EEA)Where stories live. Discover now