|U n N u e v o A m i g o|

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El cielo estrellado desde aquí se ve hermoso, irreal, como un hermoso sueño del que no me gustaría despertar.

Por alguna razón, suelo relacionar los sueños con el cielo y lo que el posee; cada estrella, a mi parecer, es un sueño cumplido, tal vez por los bobos cuentos infantiles que me contaba mamá cuando era pequeña. Siempre me sentí intimidada por la profundidad e infinidad del cielo nocturno.

Un fuerte ronquido me saca de mi estado de embelesamiento por el cielo estrellado, giro levemente la cabeza, fijando mi atención a la viejecilla que no deja de roncar.

A mi lado se encuentra un chico castaño, agradezco a dios que no sea yo quién va a un lado de la señora que no para de roncar.

Decido ponerme mis audífonos, al instante una canción comienza a reproducirse, me es muy difícil no cerrar los ojos al instante para disfrutar aún más la suave melodía que llena mi sentido auditivo, cautivándome por su tono y ritmo, por el contraste de las voces y como suenan tan bien estando juntas.

Una, dos y tres canciones pasan volando, como un sueño increíble, te levantas muy rápido, antes de que llegue a la mitad y sin darte cuenta pasan nueve horas frente a ti.

No puedo evitar el sentir nostalgia, estoy volando lejos de todo lo que conozco, de todos los que quiero, pero es lo que quiero, lo que necesito. No quiero seguir estancada en un momento, en un recuerdo.

Necesito continuar y vivir en el ahora, no en el pasado.

Quería empezar desde cero, buscará un empleo y costearme un departamento por mi cuenta pero mis padres jamás accederían a dejarme completamente sola y sin un techo.

Accedieron a que me fuera de casa, pero con la condición de que ellos seguirían manteniéndome, o al menos en lo más básico.

Un leve movimiento a mi lado hace que me quite uno de los audífonos y mire al chico a mi lado, frunzo el ceño, pero no digo nada.

— ¿No tienes unos audífonos extras? Olvide los míos en casa. —dice entre susurros, intentando no despertar a nadie. —Por cierto, soy Ethan, Ethan Andrews

La luz de la luna es la única iluminación que tenemos, puedo distinguir sus ojos brillando y una pequeña sonrisa.

—Un gusto, yo soy Emma Prue y lo siento, pero estos son los únicos que poseo. —señalo mis audífonos, le sonrió a boca cerrada.

Un buen presentimiento llega a mí y mis instintos nunca fallan, tal vez consiga un nuevo amigo.

—No te preocupes, ¿De dónde eres? — Inquiere en inglés, dándome una pequeña sonrisa, su mirada va a la ventana y después a mis ojos.

— De México. ¿Y tú? — Al hablar, mi voz sale en un ronco susurro, debido a que no lo he hecho durante un buen tiempo, sin contar lo abrumada que me siento.

Suelta una pequeña risa y me siento perdida, ¿Qué es tan gracioso?

—Me siento como idiota hablando en inglés, debí haberlo sabido. —se explica en español. —Soy de Argentina, la capital del país para ser más exacto.

—Ahora yo también me siento un poco idiota. —concedo, soltando una pequeña carcajada.

—Tal vez todos somos un poco idiotas. —medita, le sonrío ampliamente y empezamos a platicar durante lo que parecen horas, al menos es el suficiente tiempo para que nos indiquen falta poco para aterrizar.

— ¿Puedo pedirte un favor? —asiento un poco desconfiada. — Una foto. — Lo miro sin entender del muy bien lo que quiere. — Mi novia me engaño con quien era mi mejor amigo, la amaba, ¿Sabes? Solo quiero darle una cucharada de su propia medicina, sé que sueno como un tonto, pero creo que hacer eso me ayudaría a sentirme un poco menos miserable.

Perfectamente ImperfectosWhere stories live. Discover now