Capítulo 31 : El laberinto

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Stella no dijo nada, pero se dio media vuelta y subió los escalones con tranquilidad hasta que desapareció de la mirada de todos. De mientras, en la sala, las amigas de la reina se preguntaban qué había pasado. 

—No entiendo nada—dijo Peter. 

—Detrás de ti—indicó Alicia. 

—No me puedo creer que haya venido—fue todo lo que dijo Peter.

 —Cómo se atreve a darse el lote con Lillian en la casa de Stella, no tiene ningún respeto—dijo Vanessa. 

—Ya te dije que debíamos de haberla avisado—comentó Alicia.

 —No es el momento, Alicia, no lo es—aseguró Vanessa.

 —¿Cómo puede ser que esté aquí? —preguntó Peter.

 —Stella decidió invitar a duquesas y condes, recuerdas, y él es su pareja—le recordó Alicia.

—Ya lo sé, pero me dijo que él no vendría, me mintió en la cara—contestó Peter. 

Peter no pudo más y se dirigió hasta su mejor amigo, olvidando donde estaba y quien era. 

—¿Puedo hablar contigo? —dijo Peter muy alterado.

 —Claro, un momento Lillian—contestó Izan. 

Los dos jóvenes salieron de la sala hasta llegar a la entrada del castillo y allí los dos pudieron hablar libremente. Cuando estuvieron lejos de ojos ajenos, Peter le dio un puñetazo en la nariz a Izan y éste se quejó por el dolor. 

—Me dijiste que no vendrías, me prometiste que no lo harías—dijo Peter.

 —Tenía que venir, no podía hacerle ese feo a Lillian después de todo lo que está haciendo por mí—confesó el muchacho que estaba dolorido por culpa del golpe. 

—Sé que te ayudé a estar con ella, y sé que lo necesitas, pero podías haberte cortado un poco ahí dentro—dijo Peter.

—¿Por qué?, ¿Qué necesidad había de pegarme? —quiso saber Izan. 

—Porque te ha visto, a pesar de haber cientos de personas aquí, Stella te ha visto con ella—indicó Peter. 

—No se lo has dicho, ¿verdad? —contestó el joven. 

—Después de todo lo que le costó dejarte atrás a ti y a sus amigas, creo que no necesitaba saber que habías rehecho tu vida tan rápidamente y sin ella. Quizás se lo tendríamos que haber dicho, pero ya es tarde para eso—se lamentó el príncipe de Inglaterra.

 —De verdad que pensé en no venir, pero no podía hacerle eso a Lillian, yo suponía que Stella lo sabía—respondió Izan.

 —No queríamos estropearle su coronación—dijo Peter. 

—No sé qué decirte—contestó Izan. 

—¿La sigues queriendo? —insinuó Peter al ver una mirada perdida en el rostro de su amigo.

 —Stella es mi pasado, nunca podía ser mi futuro, Lillian me da lo que necesito—aclaró el muchacho. 

—Por eso has venido con ella, querías verla una última vez para aclarar tus ideas, has intentado olvidarla—siguió diciendo Peter. 

—Para, no sigas por ahí, no intentes que cambie de opinión, Lillian me trata bien—dijo Izan quien empezaba a dejar caer su armadura.

 —No voy a decirte nada más, pero hay una reina a la que le debes una disculpa, piensa bien lo que haces porque, decidas lo que decidas, no podrás volver atrás—le recordó Peter. 

Confesiones de una princesaWhere stories live. Discover now