Capítulo 7: La invitación

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—¡Izan ni se te ocurra, por favor bájame de aquí! —pidió Stella indefensa.

—Qué gracia tendría que hiciera eso—aseguró el muchacho.

—¡Izan, suéltame! —volvió a pedir la joven.

Esta vez Izan la soltó, y el muchacho se comenzó a quitar la ropa, los zapatos, y se metió en el agua solo con su ropa interior. Desde dentro del agua le hizo una señal a Stella para que entrara con él. La joven princesa se quitó su chaqueta, el vestido y los zapatos que llevaba, y entró al agua. Cuando llegó a la altura de Izan le comenzó a salpicar sin parar.

—Esto es por intentar tirarme al mar sin mi permiso—dijo Stella riéndose.

No hubo respuesta, pero de repente la joven notó unos brazos que la agarraron por la espalda y que rodeaban su cintura y se relajó. Solo con el tacto de Izan se calmaba al instante.

—Lo siento, debes de reconocer que era tentador tirarte al agua—aseguró el joven.

—Ya te vale—respondió la muchacha.

—Aceptaré su venganza cuando quiera milady—dijo Izan bromeando.

—Será un placer—respondió la joven.

—Deberíamos irnos, aunque se está demasiado bien aquí—reconoció el adolescente.

—No me apetece nada volver a la playa, el frío que voy a tener cuando salga de aquí—dijo Stella

—No te preocupes por eso—dijo el muchacho.

A continuación, el chaval se acercó a la joven y la besó, aquel no fue un beso corto, sino uno de esos largos, como en las películas. Después, salieron del agua.

—Uf, que frío—aseguró la joven.

Izan le dio una toalla que había metido en la cesta de pícnic.

—Sécate, no quiero que cojas frío— comentó.

Stella se secó con aquella toalla, pero, aun así, seguía teniendo frío e Izan lo notó de inmediato. Le ofreció su chaqueta mientras se alejaban de la playa.

—Póntelo, lo último que quiero es que te pongas enferma—aseguró el muchacho.

—Gracias—se limitó a responder la joven.

Unos cinco minutos después, llegaron al lugar donde Izan había dejado aparcada su moto.

—¿Nerviosa? —preguntó el joven al ver el rostro de la princesa.

—Un poco, ¿es tan obvio? —dijo Stella insegura.

—Nunca te has subido a una moto me imagino—dijo Izan.

—No...—respondió Stella avergonzada.

—No te preocupes, tú solo agárrate a mí y todo irá bien—le aclaró el muchacho para calmar los nervios de la joven.

Stella dio un suspiro y se puso el casco que le pasó Izan. A continuación, se subió a la moto y colocó sus brazos alrededor de la cintura del muchacho y cerró los ojos durante un instante y después, Izan arrancó la moto. Al principio, Stella estaba nerviosa y algo desconfiada, pero con el tiempo se dejó llevar y acabó por disfrutar de aquel viaje de vuelta a casa tan inusual. Cuando estaban lo suficientemente cerca de la casa de la joven, Stella le pidió a Izan que se parara lejos de la entrada del castillo. Izan no acabó de entender el motivo de esa petición, pero no lo cuestionó y accedió.

—Gracias por esta noche, me lo he pasado muy bien—aseguró la joven cuando se bajó de la moto.

—Y yo, ha estado genial poder disfrutar de tu compañía—dijo Izan, siendo demasiado galán.

Confesiones de una princesaWhere stories live. Discover now