Capítulo 29 : El primer día

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Era el día que Stella esperaba con muchos nervios, ya que no sabía cuál iba a ser el resultado de la votación y comenzaba a temerse lo peor. A penas había hablado con sus tíos desde la última discusión que habían tenido, creía que no había nada que pudiera remediar lo que se habían dicho mutuamente. 

También pensó en que la ayuda de sus amigas le hubiera venido bien en ese momento, pero en el fondo sabía que no era el momento para preocuparlas. No podía dejar de pensar en lo que ganaría si todo salía como ella había querido, si no era el caso; bueno creía que su vida ya no le pertenecía. Cuando salió de su castillo, se dio cuenta de que la entrada principal que daba a la calle estaba llena de periodistas, tal y como el hombre del parlamento le había advertido. Escuchó esas voces que gritaban su nombre y se metió en su limusina sin decir nada.

 —No entiendo por qué tanto alboroto—dijo en voz alta Stella. 

—Es normal, hace años que no vive aquí y ahora quiere tomar la corona por sí sola, muchas novedades en la familia real para una isla tan pequeña—comentó su chofer. 

Stella pensó en esas palabras y no creía que todo aquello fuera para tanto. Solo quería hacer lo correcto y no lo que se le había impuesto. En cuanto a lo de vivir fuera de Ilios, ella no había decidido nada, pero empezaba a comprender por qué sus tíos decidieron llevarla, lejos de la isla; tal vez querían que tuviera una infancia normal alejada de las cámaras que podían perseguirla durante años debido al destino que habían sufrido sus padres.

 Comenzó a jugar con su anillo, siempre que estaba muy preocupada o con dudas no podía evitar aquel gesto. Era muy consciente de que la decisión del parlamento iba a marcar un antes y un después en su vida. Se preguntó cómo hubiera sido su vida si nunca se hubiera ido de Ilios, tal vez todo hubiera sido más sencillo y nunca se hubiera rebelado contra su familia, tal vez hubiera aceptado un matrimonio concertado, tal vez seguiría siendo una princesa más de esas que no tienen elección ni voz propia.

 O quizás algún evento hubiera desencadenado esas ganas de demostrar de lo que era capaz. Todo aquello era algo que nunca sabría, aunque no podía evitar preguntarse qué hubiera sido de ella entonces. La limusina se detuvo y Stella supo que su futuro se iba a decidir en breve; no sabía si estaba lista para eso; no sabía si su corazón podría superar y aguantar otra decepción. La princesa se vio rodeada por más cámaras y periodistas cuando bajó del vehículo.

 —Princesa Stella, ¿ qué resultado espera de hoy? —preguntó alguien. 

—¿Su familia la considera una deshonra? —dijo otra persona. 

—¿Por qué decidió ahora volver a Ilios? —quiso saber otro.

 Stella entró en el parlamento sin decir ni una sola palabra, no quería que nadie tuviera unas declaraciones que luego iba a lamentar, no estaba allí para ser una víctima de la prensa rosa, había mucho más en juego que un simple titular. Cuando llegó a la sala se dio cuenta de que sus tíos, así como todos los miembros del parlamento ya estaban allí. 

—Princesa Stella, me alegra que haya llegado a tiempo—dijo el hombre del bigote.

 —Siento si he llegado algo tarde, pero no me dejaban entrar—se disculpó Stella. 

—No se preocupe, ha sido muy puntual, siéntese y ahora empezaremos—comentó el hombre. 

Stella observó cómo sus tíos la vigilaban con ojos de halcón. No tuvo mucho tiempo para reparar en ellos, pues aquella asamblea tan inusual del parlamento comenzó.

 —Buenos días, hoy estamos aquí para determinar si Stella Hart, princesa de la isla de Ilios es apta para ser reina sin necesidad de un compromiso matrimonial, tal y como está establecido en las leyes. Voy a explicar cómo funcionará la votación, los miembros del parlamento tendrán cinco minutos para decidir si creen que la princesa es capaz de gobernar por sí sola o si, por el contrario, creen que no es lo más adecuado. 

Confesiones de una princesaWhere stories live. Discover now